En prácticamente cualquier ciudad de México este hecho es evidente: mientras los negocios pequeños, establecidos en colonias populares, van cerrando sus puertas, las calles, las banquetas y las esquinas se van llenando de puestos ambulantes que convierten cualquier paso peatonal en un mercado.
Algún fenómeno extraño está sucediendo con el comercio local, pues a medida que los negocios locales van quebrando, en razón de lo difícil que es competir con grandes cadenas comerciales y todos los requerimientos del gobierno, la informalidad va siendo una opción para más familias que encuentran ahí una manera sencilla y libre de burocracia para ganarse el pan de manera honesta.
Se calcula que el 75% de los emprendimientos en México quiebran antes de cumplir los 5 años y por supuesto sin haber generado ninguna ganancia para sus creadores.
Y no, la realidad es que aquí se hace muy poco por incentivar la creación de nuevos negocios o empresas pequeñas, más bien parece que con las leyes absurdas y los impuestos se hace lo posible por que no sobrevivan, mientras todos sabemos que a las gigantes trasnacionales se les perdona todo con tal de que se queden, monopolicen los mercados y paguen una miseria a sus trabajadores.
Incluso parece lógico que muchos negocios, en lugar de desaparecer, simplemente cierren sus puertas a la legalidad y empiecen a funcionar sin reportar su existencia al gobierno, ya que de esa manera garantizan que al menos no tendrán que regalar sus ganancias al gobierno.