En el país de la crueldad

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Los niveles de crueldad a los que escala una sociedad, son inversamente proporcionales al grado de histeria y miedo colectivo, en el que sobreviven sus habitantes.

Descabezados, destazados, colgados, agujerados y hasta disueltos en ácido, como si fueran parte de un pozole. Lo que antes de denominaba amarillismo puro y se leía solamente en las páginas del «Alarma», hoy invade los periódicos, las revistas, los noticieros de televisión y todos los sitios de Internet que se relacionen con México, en alguna forma.

Estaría de más repetir las cifras de muertes violentas que aterran al país, porque ya todos sabemos que el primo de un amigo, hijo de un vecino que era nuestro compadre, hermano del que no vino a la fiesta, murió en esas horribles circunstancias que preferimos ignorar. Ya le tocaba…

No, no tiene que ver con los altos índices de delincuencia, con la inseguridad o con la corrupción en el gobierno. Tiene que ver con la enorme desconfianza con la que millones de mexicanos circulan, pensando que todos a su alrededor son criminales en potencia, delincuentes esperando la oportunidad de asaltar sus tristes bolsillos de 20 centavos. Eso poco a poco ha minado nuestra empatía, al grado de que no tenemos idea de quién es el que tenemos a un lado, y somos víctimas hasta de nuestra propia sombra.

La capacidad de asombro frente a la crueldad es lo que más hemos perdido los mexicanos, en los últimos años. Cada vez más sangre y menos empatía humana son las cosas que nos caracterizan, mientras nos volvemos indiferentes ante el avance de la violencia, frente a nuestros ojos.

No hay manera de salvar a un país que no se conduele ante su propia pérdida de humanidad. Tal como sucede en México, la muerte con violencia y todo su contexto es un asunto que preferimos ignorar cada vez más, los medios de comunicación nos ayudan a distraernos de la realidad, y para casi todos resulta normal que la situación se esté desbordando.

Lo que más nos arde

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) refiere que México ocupa el tercer lugar a nivel mundial en maltrato y crueldad animal, solamente superado por países como Estados Unidos y España.

Si no podemos ser benevolentes con otras formas de vida, evidentemente tampoco lo podemos ser entre nosotros mismos. Nuestra sociedad refleja la violencia y el odio, en la manera en que tratamos a los animales e incluso en la ausencia de leyes que defiendan su dignidad.

Lo peor del caso es que –sin querer– vamos alimentando a las nuevas generaciones en la indiferencia y el desinterés social. Siendo así el futuro que nos espera, es bastante aterrador.

@ElArdidisimo

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