México es uno de los países cuyo gasto per cápita en salud es de los más bajos, y es bien sabido que sus instituciones dedicadas a ese rubro están en la quiebra desde hace años, sosteniéndose de lo poco que queda del presupuesto, tras subsanar deudas y corrupción.

La inversión anual en salud del gobierno mexicano, no supera los cuatro mil pesos anuales por habitante, una cifra muy baja y que explica por qué quienes desean atenderse deben invertir en las instituciones privadas.

México es un país sobrepoblado, con más de 120 millones de personas, y para las cuales el presupuesto gubernamental no alcanza desde hace muchos años, ni siquiera con el intenso trabajo en recaudación de impuestos que hacen los organismos federales.

Para agravar aún más la situación, los costos de salud de los mexicanos son cada vez más elevados, porque llevan estilos de vida bastante malos y padecen enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión y tabaquismo. Aunado a eso, hay 55 millones de pobres que no tienen las condiciones mínimas de alimentación, higiene y educación para sobrevivir.

La salud de los mexicanos es una especie de volado al aire, están quienes hacen un esfuerzo para pagar servicios privados e invierten lo poco o mucho que tienen en eso, pero también están quienes no tienen más que aceptar lo que ofrece el gobierno, y padecer las carencias de los sistemas de salud públicos.

Lo que más nos arde

Lo más complicado de ser un mexicano a expensas de la salud pública, es aceptar la complejidad de un sistema que parece querer matar en lugar de sanar, como una especie de plan para reducir a la población con hospitales malos, insalubres, y sin recursos para atender a los más pobres.

Peor aún es aceptar que el aumento de la pobreza y la baja economía de la clase media, están separando cada vez más a quienes pueden invertir en su salud de quienes no pueden pagar para estar mejor.

@ElArdidisimo