Los chilangos se están convirtiendo en nuevos chinos, viviendo en una especie de huevos donde apenas y tienen espacio para respirar, encimados unos sobre otros y con diminutas ventanas, que apenas los dejan ver el horizonte que se asoma entre las nubes grises de la ciudad.
De todo el crecimiento inmobiliario que está experimentando la Ciudad de México, hace por lo menos diez años, se calcula que solamente el 8% está dedicado a la construcción de casas, mientras el resto son específicamente edificios de departamentos y oficinas.
En esta caótica ciudad vemos cada vez menos el horizonte y más enormes monstruos de hormigón, disfrazados de “american way of life», departamentos de lujo con amenidades, alberca, salón de fiestas y grillete en el pie, para que no se le vaya a ocurrir irse sin pagar, cuando ya no tenga dinero para la mensualidad.
Quién sabe de dónde sale tanto chilango rico, que paga 3 o 4 millones por 50 metros cuadrados cimentados en el aire; y encima son valientes, porque no les da miedo vivir en una ciudad que tiene en su historia uno de los temblores más mortíferos que se recuerdan.
Es lo mismo si es el piso 3, el piso 10, el 25 o el 43, cuando venga el temblor todo se va a hacer como salsa en licuadora y no existirá poder humano que nos salve de la catástrofe.
La Ciudad de México entera, cada uno de sus rincones, y todo lo que es en esencia, corresponde a intereses monetarios. Quienes aquí vivimos, o sobrevivimos, no somos más que piezas de un enorme tablero que se mueve a placer de unos sujetos sin cara, y a cambio de enormes fajos de billetes, tánto dinero que la mayoría de nosotros, simples mortales, no lo veremos junto en toda nuestra vida.
Y sin embargo aquí seguimos, nacimos, crecimos y seguimos existiendo, abrazados a este enorme monstruo de concreto que se derrumba a cada segundo. Todos nosotros, tarde o temprano, acabaremos viviendo allá arriba, pagando enormes precios por poner nuestros sueños en aire.
Y es que la era de las casas, los barrios, y alcanzar a ver el cielo, está cada vez más lejos. Un día todo este territorio no serán más que edificios, bien o mal construidos, según la suerte que te toque,
Dicen que en Chilangolandia ya no cabemos, somos tantos que hay que sacarle el mayor provecho al suelo, explotar los recursos hasta acabarlos. Y todavía se preguntan por qué nos cortan el agua a cada rato, por qué se va la luz y por qué nunca hay estacionamiento en ningún lugar de esta enorme ciudad.
Por supuesto que no existe una cifra oficial de cuántos edificios se construyen cada año en la CDMX, y no la hay simplemente porque se trata de acciones ilegales, inconstitucionales y que sólo se entienden por todo el dinero que esos edificios significan, en mordidas para funcionarios públicos.
Claro que no hay vendedor sin cliente y los mismos chilangos somos culpables de comprar o rentar en sitios ilegales, con normas de construcción dudosas y en condiciones que ni siquiera nos benefician. Obviamente no nos importa, mientras digan que es de “lujo”, o le apoden con el famoso “residencial” aunque sea un departamento más pequeño que las casas de cartón que se construyen en las ciudades perdidas.
Y tú, ¿en qué piso quieres vivir?