Muchos de los males que le suceden a los mexicanos no son culpa de nadie más que de ellos mismos, y de una especie de irracionalidad que acompaña a sus costumbres.
La pirotecnia, los famosos cuetes, son costumbres tan arraigadas en la cultura mexicana que no han podido ser eliminadas, ni siquiera por el peligro que representan y las vidas que cuestan.
Mercados, peregrinaciones, fiestas y toda clase de eventos se convierten en tragedia cuando se involucra la pirotecnia, un asunto que año con año mata a más de 100 personas en México, aunque nadie parece preguntarse si es algo que debería ser prohibido.
A fines de 2018, durante una celebración religiosa en Tequisquiapan, Querétaro, murieron más de 7 personas por un estallido de pirotecnia. Entre las víctimas había varios niños y adultos mayores, además de decenas de heridos que sufrieron mutilaciones en brazos y piernas.
¿Por qué seguimos sin entender que jugar con fuego es peligroso y una puerta hacia el desastre inminente?
Incluso enormes mercados de pirotecnia, donde supuestamente hay medidas de seguridad y el asunto está controlado, se han convertido en tumbas enormes para comerciantes y visitantes que conscientes del riesgo que corren, siguen legitimando este tipo de actividades.
La pirotecnia es absurda, peligrosa, causa contaminación e incluso molesta a los animales con el ruido, pero como representa dinero, entonces nadie se atreve a decir que debería desaparecer. En todo caso las drogas y la trata de personas representan mucho más dinero, ¿por qué no las propiciamos entonces?
Lo que más nos arde
Para absurdos, los mexicanos se pintan solos, y mientras haya quienes sigan comprando estos productos, entonces seguro habrá quienes los vendan y las víctimas se seguirán contando por montones.
No es de sorprender que en un país donde la gente alimenta a sus hijos con sopa de plástico y refresco negro, también los entretenga con peligrosa pólvora, que después les explota en la cara.