¿Ya tienes tu propio sugar daddy?

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En un país donde las mujeres son víctimas constantes de la violencia y el machismo, pensaríamos que ya nada puede ser peor. Sin embargo, todas las expectativas van siendo superadas, cuando vemos que ni siquiera ellas son capaces de respetarse e imponer su propia dignidad.

La figura del sugar daddy está de moda últimamente, aunque es un modelo algo viejo que consiste en tener una especie de padrino, un novio que es elegido por su posición social y su poder adquisitivo, ideal para mujeres jóvenes que, a cambio de compañía y una relación ficticia de pareja, obtienen todo lo que quieren, desde regalos costosos hasta incluso cirugías estéticas y viajes.

Suele suceder que el sugar daddy sea un hombre mucho mayor que ella, con suficiente dinero en la cartera como para cumplirle todos los caprichos a su niña en turno.

Ante los altos índices de violencia contra las mujeres mexicanas, pensaríamos que hace falta empoderarlas y demostrar que son igual de capaces que el género masculino; ¿por qué las mexicanas necesitan padrinos?, ¿de verdad no son capaces de satisfacer sus propias necesidades materiales?

Lo peor del caso es que este modelo de vida se está imponiendo, como el ideal para niñas y adolescentes, sobre todo para aquellas de clases populares y con aspiraciones a bienes materiales, a los cuales no tienen acceso.

Lo que más nos arde

Podríamos decir que se trata de un caso de prostitución posmoderna, una manera socialmente aceptada en la que las jóvenes de esta época consiguen lo que quieren, debido a que creen que sus capacidades no dan para otra cosa, y además han aprendido que lo más importante de este mundo se sustenta sobre lo material.

Finalmente, la libertad con la que vivimos en este siglo, permite que cada quien haga con su cuerpo y su voluntad lo que le venga en gana, sin importar las reglas morales o lo que se conoce como «correcto».

El problema viene cuando averiguamos por qué la dignidad de las mujeres, sobre todo de las mexicanas, es constantemente pisoteada, aplastada y aprisionada en latas que se tiran a la basura.

Si las mismas mexicanas venden su dignidad para conseguir ropa de marca y silicones talla 42, no se puede esperar que los hombres las respeten mucho, o cambien su manera de pensar respecto a cómo tratarlas.

@ElArdidisimo

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