No pasa un año sin que alguna zona de México sea víctima brutal de inundaciones, cada vez más mortíferas y destructivas; ya sólo vivimos esperando la época de lluvias para ver ríos enormes destruir ciudades completas.

No solamente es la cantidad de agua que cae, un tema propio del calentamiento global, también es la mancha urbana que en todos los estados del país invade bosques, selvas, montañas, lagunas y cualquier área natural que haya permanecido libre hasta este momento.

¿Cómo obligar a la naturaleza a olvidar lo que ahí existió? No se puede, no hay manera, de ahí que cada lluvia se vuelva un mar afanoso, en busca de un suelo fértil que la absorba, pero que está ocupado por edificios, casas, negocios, calles, carreteras y un montón de porquerías que no deberían estar ahí.

Especialmente, la Ciudad de México tiene un largo historial de inundaciones desde 1629 hasta la fecha, todo debido a que fue construida sobre lo que era un enorme lago. Pero el agua tiene memoria y aún en el siglo XXI sigue siendo un problema, con todo y puentes, desagües pluviales, represas y un enorme sistema de ingeniería hidráulica que no sirve para nada.

Lo que más nos preocupa

La historia se repite en cada estado de la república que no ha hecho nada por regresar el cauce del agua a su sitio original, sin respetar las áreas naturales y sobre-exigiéndole al suelo lo que no es capaz de dar.

Para complicar aún más la situación, la mala costumbre de los mexicanos por tirar la basura en la calle, hace que las cañerías se tapen constantemente, superadas en su capacidad por autos, muebles, cadáveres y toneladas de plástico que no pueden pasar.

@ElArdidisimo