Viajar en el transporte público de la Ciudad de México es cada vez más un volado a la suerte, la delincuencia está desatada y no hay ninguna autoridad que le ponga un alto. Los muy asustados habitantes de esta capital, ya rezan porque les toquen vendedores ambulantes y se resignan a comprar chicles o chocolates, con tal de que no los asalten y los quiten lo poco que tienen.
En otros casos más macabros, hay delincuentes que ya usan el miedo como arma, sin pistolas ni cuchillos únicamente amenazan a los pasajeros y con eso les basta para obtener al menos una moneda de cada uno. Es una especie de “microasalto”, que la ley ni siquiera contempla.
Si cada pasajero suelta una moneda de $5 pesos, ¿cuánto dinero obtienen estos sujetos en solamente un par de horas de estar casando camiones? Es injusto y absurdo, pero real.
Pero como estamos en la era de la “Cuarta Transformación”, casi todos tienen derecho a una pensión vitalicia del gobierno.
Los abuelitos, los jóvenes, las madres solteras, los discapacitados, los estudiantes, los niños, si todos recibirán un dinero al mes, solamente por existir, ¿entonces por qué no le damos una pensión vitalicia a los delincuentes?, así tal vez dejarían de extorsionar a los jodidos ciudadanos de este país.
La situación es tan grave que muchos usuarios del transporte público en CDMX, ya destinan una parte de sus ingresos a la delincuencia, utilizan teléfonos sencillos como señuelo e incluso han dejado de utilizar ciertas rutas para evitar los asaltos.
Y hablando de pensiones, tal vez la respuesta al crecimiento de la delincuencia quizá está en eso mismo. En este país todos están acostumbrados a vivir a costillas del resto, lo mismo robando en los camiones, que cobrando un dinero al mes, auspiciado por el gobierno quien, en lugar de generar empleos y dar buenos servicios públicos, le paga a sus ciudadanos para que no se quejen o se quejen menos.