Se dice que entre las cosas que un gobierno debe proveer a sus ciudadanos, para que tengan una vida digna, están la educación, la infraestructura urbana y la salud, siendo el último rubro un indicador certero de las condiciones reales en que está una población humana.
En México, como en muchos países, la salud pública es todo un tema, no solamente por los altos costos que genera al erario, sino porque buena parte de las personas son completamente dependientes de esos sistemas y no perciben ingresos suficientes como para acudir a la atención privada.
El 46% de los mexicanos está afiliado a alguna institución de salud pública, ya sea IMSS, ISSSTE, Seguro Popular, Pemex o alguno de sus derivados. Otra minoría, un 7%, afronta los gastos de los seguros privados o usa sus ingresos para cubrir emergencias, consultas, estudios, cirugías y tratamientos. Y ya los que quedan, simplemente no acceden, porque ignoran la importancia, pese a que el Gobierno Federal tiene un programa de cobertura universal, para quienes no califiquen en los otros sistemas.
Cabe destacar que, además la población mexicana no está entre las más saludables, por el contrario, las enfermedades crónico degenerativas, en su mayoría derivadas de pésimos estilos de vida, son cada vez más comunes y se presentan a edades más tempranas, con el consecuente costo para el sistema de salud.
También es conocido que México es uno de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo, Económicos (OCDE), que menos invierte en el tema, dejando el presupuesto destinado para ello en un 6% del Producto Interno Bruto (PIB), frente a naciones como Estados Unidos que invierte más del 17%.
Si hay algo claro es que, en general, la salud es un pozo sin fondo, y no hay presupuesto que alcance para todo lo que implica. Sin embargo, en México el gasto se multiplica al tener una población ignorante, sin cultura del cuidado de la salud, y que manifiesta sobre ello muy poco interés.
Lo que más nos arde
Es muy probable que, el estar siempre atenidos a los sistemas de salud pública, haya mal educado a los mexicanos en cuanto a la importancia de cuidarse; la atención de pacientes con diabetes cuesta, solamente al IMSS, 87 millones de pesos diarios.
Otras enfermedades de las que están plagadas los hospitales públicos de México son, la insuficiencia renal, la hipertensión y el cáncer, todas completamente prevenibles, pero que tienen altas tasas de mortalidad, porque las personas acuden al médico cuando ya es demasiado tarde, y en pocos casos siguen recomendaciones, como el cambio a estilos de vida saludables, y dejar de alimentarse con comida procesada.
Y con todo ello, aún culpan a la institución de estar hundida en la quiebra desde hace años. Es verdad que hay mucha corrupción, y el dinero se fuga, pero es imposible que un sólo sistema sostenga el peso de tantos mexicanos obesos, enfermos y sin ganas de vivir.
Y es que no sólo es atención inmediata, también cuentan los estudios de laboratorio, la hospitalización, las pensiones y las incapacidades laborales, y hasta las campañas de prevención que al parecer sirven de bastante poco. Todo eso genera gastos que, a últimas fechas, ya no son pagables, lo que se refleja en menos calidad de la atención, infraestructura sin mantenimiento, escasez de medicinas y de personal, entre otros muchos males, de los que se quejan los usuarios de salud pública en el país.
Si los mexicanos vieran sobre sus hombros el costo real de los padecimientos, que hoy no están previniendo, quizá mañana no estarían enfermos.