Vigilar tu espalda cuando vayas por la calle, no acudir a bancos o cajeros solitarios, no dar información a desconocidos, observar tu casa y a quienes están alrededor, guardar tus datos personales como si fueran oro y no hablar con nadie de nada que pudiera revelar información. Así es vivir en México, y temer ser víctima del millón de robos que se registran cada año.

Robo a transeúnte, a casa habitación, a transportes, ¿cuántas modalidades de asalto pueden existir en un país donde la ley es endeble y el crimen sólo busca nuevas maneras de burlarse de ella?

Y tampoco es un tema propio del sector de la población que tienen buen poder adquisitivo, incluso en los sectores populares y donde sólo hay para comer, los robos son una epidemia y hay que cuidarse hasta de la misma familia, los amigos y el viento que es capaz de robarte hasta el aliento.

Cubrir necesidades básicas, resarcir brechas sociales y cobrar por la desigualdad, hay tantos y tantos motivos para el crimen, en un país donde muchos tienen poco y muy pocos tienen demasiado de todo.

La estadística afirma que cada dos minutos se ejecuta un robo violento en el país, situación que afecta a una de cada tres personas en México y es una posibilidad latente de quienes hacen su vida en este territorio.

Y hablando en términos generales sobre crimen, se sabe que cada año la incidencia delictiva en el país crece más de 10%, siendo los principales delitos el robo, el secuestro, los homicidios dolosos, los feminicidios, la trata de personas y el narcotráfico.

Lo que más nos arde

La delincuencia es un perro sin correa en México, una enfermedad para la que no hay control, vacuna o remedio alguno, porque ya nos pegó a todos de una u otra manera.

@ElArdidisimo