Como dicen, al pueblo pan, circo y campañas electorales. En México no hay peor distracción mediática, que la burla de las elecciones porque, ya sean estatales, para legisladores, o presidenciales, el método siempre es el mismo: usar un montón de demagogia, escándalos y “atoles con el dedo” como cortina de humo, para robarle al país millones de pesos en gastos de campaña.
¿Campaña para quién?, ¿de qué?, ¿realmente en qué resulta todo ese dinero gastado?
En 2012, la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto costó más de 4 mil millones de pesos, entre publicidad y compra de votos, a través de incentivos al electorado. Ese dinero, por desgracia, salió de una partida presupuestal destinada a alimentar a los partidos políticos, lo que evidentemente no beneficia en nada a los ciudadanos, que con sus impuestos ponen esos recursos.
Hacer una campaña electoral en México, es equivalente a tomar el dinero de los ciudadanos, meterlo en un escusado y jalar la palanca, sin remordimiento alguno, al respecto. Prácticamente es un crimen al lastimado erario público, y eso sin tomar en cuenta todo lo que se desvía hacia otros fines.
La respuesta está en observar cómo, tras meses de demagogia publicitaria, enormes eventos para presentar a los candidatos, y un montón de promesas de campaña, en realidad nada cambia dentro de la sociedad mexicana, cuando terminan las elecciones. Ningún candidato demuestra después de eso, una convicción verdadera para llevar a cabo lo que sugirió días atrás y, en general, la vida de los ciudadanos no se modifica; ellos no perciben ningún beneficio más allá de que, durante el llamado año electoral, los presupuestos se recortan, no hay dinero para educación, salud, obra pública o seguridad, porque el dinero está destinado a apoyar a los candidatos.
En Estados Unidos, por ejemplo, las campañas electorales se pagan a través de donaciones, entonces los candidatos tienen que trabajar en favorecer a los sectores económicamente poderosos, para obtener de ellos el dinero que construya su camino al triunfo político. Claro que ese método también tiene sus propios bemoles, sin embargo, es evidente que al menos el costo de las campañas electorales, no incide directamente en los presupuestos sociales.
Lo que más nos arde
¿Qué tan democrático es un país que impone a sus ciudadanos apoyar a partidos políticos y candidatos, que no le benefician en nada?, ¿por qué tener que pagar por una campaña de mentiras y metas, que sabemos no se cumplirán?
Justo 2017 es un año difícil para los mexicanos. Se ve venir una recesión económica mundial, que va de la mano con las elecciones del Estado de México, una entidad cuyos procesos políticos tienen especial relevancia en el resto del país, y en razón de eso, ya suenan los recortes presupuestales por todas partes. Las denuncias se acumulan y hay sitios donde, incluso los hospitales públicos, están dejando de funcionar a toda su capacidad, porque no tienen recursos.
Obviamente se sabe que ese dinero, que debería estar siendo usado para atender a los mexicanos, está siendo gastado en anuncios de televisión, lonas publicitarias, viajes de los candidatos y la construcción de todo un imaginario colectivo, que nos haga creer que vivimos en un país libre y democrático. ¡Sí, cómo no…!