El 5 de enero es la locura para miles y miles de personas en México. Más que cualquier otra fecha en el año, éste es el día en que más juguetes se compran para dar como regalo de Día de Reyes, el 6 de enero.
Y no, no es que la cosa esté como para andar despilfarrando, pero ganan el sentimiento, la mercadotecnia y hasta la presión de los mismos engendros, sobre sus endeudados padres. El globo, el zapato y hasta la carta electrónica, se envían para que los famosos Reyes Magos no se olviden de comprar a tiempo los juguetes de moda, y de paso que se les olviden todos los berrinches, las travesuras y los exámenes reprobados en el año.
Se calcula que en cada hogar mexicano se gastan hasta cinco mil pesos por «bendición», una cifra alta, si tomamos en cuenta que ese es el ingreso mensual de muchas familias en el país. Claro que siempre ayudan las tarjetas de crédito, los préstamos prendarios, las tandas de la vecina y hasta el aguinaldo.
Cuenta la leyenda que antes, hace muchas décadas, los niños mexicanos eran más fáciles de complacer. Los juguetes eran comunes, bicicletas, muñecas, pelotas y cuerdas para saltar, que no eran tan difíciles de conseguir, ni representaban una deuda tan grande como la deuda externa.
En la actualidad, los niños son algo distintos, parece ser que sus gustos se han sofisticado y ahora piden aparatos electrónicos, muñecas embarazadas, robots y unicornios que nacen de un huevo. Y cuidado con que sus exóticos deseos no aparezcan en el árbol el 6 de enero, porque entonces los padres casi son acusados de maltrato infantil y de provocar traumas, que costarán años y años de terapia psicoanalítica.
Lo que más nos arde
Lo peor del caso es que, parece ser, no estamos enseñando a las nuevas generaciones a apreciar lo que tienen y a ver el valor del mundo que les tocó vivir. Comprar muchos juguetes y deberle al banco todo el año, no dará generaciones de niños más felices, inteligentes o satisfechos con sus vidas.