Normalmente uno pensaría que 15 millones de personas no van a estar equivocadas, pero como en México todo puede suceder, entonces esas cosas sí son posibles.
El Estado de México es una de las entidades más conflictivas del país, con índices de criminalidad que asustan a cualquiera, niveles de desarrollo mínimos y una descomposición social que es fácil de advertir, en la nota roja de cualquier periódico mexiquense.
En ese sitio siempre ha gobernado el mismo partido, cuyos achichincles no han hecho más que sangrar al erario público, una y otra vez, rompiéndole la cara a los contribuyentes que no conocen el significado de la alternancia.
Para nadie es un secreto que el Edomex, pese a ser un desastre en cuanto a calidad de vida de sus habitantes y la seguridad, define a detalle el destino del país en las elecciones. Y su política, pese a ser un verdadero asco, es causa y consecuencia de la que se gesta en el resto de los estados mexicanos.
Como ciudadano uno quisiera que el concepto de alternancia fuera una cosa tan sencilla como suena la palabra, sin embargo, el asunto es mucho más complicado. Al Estado de México no llega la alternancia y menos aún la democracia o la institucionalidad, y los ciudadanos viven acostumbrados a funcionar en un sistema que por sí mismo no funciona, apesta a fraude, a robo y a vergüenza.
Las elecciones de junio 2017 en esa entidad, vinieron a confirmar que en el Estado de México lo que no hay es voluntad social para definir la voluntad política de los gobernantes, quienes pudieran sacar a la entidad de su propio agujero, si es que fueran elegidos con capacidad y no con necesidad de robar.
Esta situación no es gratis; así como el gobierno en el Edomex es una auténtica ficción, su población también es un remedo, un mal chiste hecho por el dios que inventó a los mexicanos.
En todo el país no hay entidad con peor reputación que el Edomex, y los mexiquenses son considerados el equivalente a peste. Y no es que sean así, es que la situación en ese estado está fuera de control, desapariciones, secuestros, asaltos, y funcionarios públicos que hacen honor al cinismo y burlan una a una las leyes según su conveniencia, y la necesidad de sus bolsillos.
El Edomex es un termómetro del resto del país. En ese lugar se ven realizadas todas las frustraciones de los mexicanos respecto al Estado que quisieran tener y al que tienen en la realidad, y a partir de eso observamos, como en una pintura, el destino nacional.
El fraude en el Estado de México no son los candidatos, los gobernantes, los partidos o las instituciones; el verdadero fraude en ese estado, como en el resto del país, es una horda de ciudadanos inertes, que no exigen, no reclaman, y reciben las migajas del robo como si no se merecieran más que eso.