México es uno de los países del mundo donde más periodistas son asesinados cada año. Sin importar las recomendaciones de organismos internacionales al respecto, el gobierno mexicano guarda silencio y permanece pasmado ante los crímenes que se cometen contra quienes sólo hacen el trabajo de comunicar.
Los medios de comunicación en cualquier país, son el abono de la cohesión social, la manera en que los ciudadanos puede leer y ver su sociedad y analizarla. El problema viene cuando la ausencia de Estado y el poder de los criminales se juntan, haciendo que el silencio mande a la fuerza.
Los mexicanos no han entendido que viven en una especie de dictadura, un mando forzado por el crimen organizado que, poco a poco, ha ido permeando todos los aspectos de la vida en México. Las calles, las escuelas, los recursos naturales y ahora los medios de comunicación, pertenecen a un ejército paralelo que controla todo lo que aquí se ve y se escucha.
En menos de 20 años, más de 100 periodistas fueron asesinados en México y muchos otros desaparecidos, como si se tratara de crímenes con la menor importancia posible.
En esta dictadura, la comunicación está obligada a callar para sobrevivir, se censura a sí misma para poder seguir despierta, y mantiene la esperanza de la libertad como un recurso que se le agota lentamente.
Será tal vez que un día no tan lejano, el periodismo como lo conocemos termine por morir, cierren sus puertas los periódicos y las agencias, y la única voz que se escuche sea la oficial, la de los ladrones de cuello blanco, que ganan un salario por hundirnos en el silencio.
Lo que más duele
¿Quién dirá las verdades en un país de periodistas asesinados?, ¿quién alzará la voz y le otorgará cámara a los de abajo? Y ¿cuándo será que terminemos de ver actrices del régimen dar las noticias “alegres” en una especie de teatro para hacernos tontos?