Mala suerte te tocó en la vida si naciste mexicana porque pesa sobre ti una maldición milenaria. Desde antes de que tus tatarabuelas nacieran, si es que también fueron mexicanas, les tocó vivir un país donde el género femenino no vale más que una corcholata aplastada.
Una herencia de poco amor al género, poca autovaloración, mucho menosprecio y obligaciones impuestas, dieron como resultado un México donde las mujeres no son importantes, y peor aún, últimamente se les mata a sueldo, como en temporada de cacería y a nadie parece sorprenderle ni un gramo.
Durante 2017, al menos cinco mujeres han sido asesinadas cada día en todo el país, muertas por sus parejas, por miembros de sus familias o por simples desconocidos que no se detuvieron al acabar con sus vidas, de las formas más viles y violentas que puedan ser imaginadas.
El problema es que la violencia contra las mujeres no es una bruma que viene de lejos a cubrirnos; la violencia se engendra, nace, se alimenta y actúa desde el hogar, familias enteras donde las mujeres no tienen lugar y son, desde siempre, las víctimas principales.
Al feminicida lo educó una madre machista, un padre ausente y una familia construida en las bases de la descomposición social y el abandono. Y sabiendo todo aquello, aún parece sorprendente que surjan asesinos de mujeres por todas partes, como brotes de plantas venenosas que nadie quiere tener en su jardín.
Lo que más nos arde
Recientemente escandalizó a la sociedad mexicana el caso de una menor de 11 años que fue asesinada por un chofer de transporte público. Y así, nadie pudo prever que un enfermo mental iba a cambiar su ruta para matar a quien tan sólo era una niña, eso pese a que ambos vivían en el Estado de México, que es una de las entidades con más feminicidios en todo el país.
Valeria, María, Mariana, o como quiera que se llamase, ahora es una estadística más en este país que hoy está más perdido que nunca. Y lo más irónico es que nos sorprendemos, pero no encontramos cómo hacer un alto en el camino para corregir la ruta.
Si hace unos 20 años nos desgarrábamos las vestiduras por las famosas “muertas de Juárez”, hoy deberíamos estar sacándonos los ojos al ver la carnicería humana en que se ha convertido este país.