¡Me han robado!

El otro día fui a comprar café a una tienda de conveniencia, de esas que hay muchas iguales por toda la ciudad. Entré, observé el precio, tomé el café y me dirigí a pagar a la caja, pero cuando la vendedora hizo el cobro era un poco más alto de lo que yo había leído segundos antes.

Le dije a la mujer que respetara el precio publicado, pero argumentó que estaba mal. Finalmente la ganancia del dueño de la tienda fue, como suele ser en prácticamente todos los casos, que dos o tres pesos de más no parecen hacer la diferencia, y a uno como consumidor le interesa salir rápido. Es así que lo das por hecho y te vas, dejándole ese porcentaje a la tienda como un extra.

Cada tienda de conveniencia, propiedad de trasnacionales, tiene cientos de clientes a diario; ¿si cada uno deja dos o tres pesos extras, además de lo ya pagado, no resulta en un robo millonario a corto plazo?

La pregunta aquí no es por qué los dueños de este tipo de negocios hacen eso, sino por qué los consumidores mexicanos siguen permitiendo esos abusos y siguen dejando su dinero a empresas que se aprovechan porque nadie dice nada.

Oxxo y Seven Eleven son las dos marcas más grandes de conveniencia a nivel nacional, aunque también son las más sancionadas por la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) por no respetar precios, hacer ofertas engañosas y otras prácticas negativas.

Lo anterior debería ser un aliciente para regresar a la tienda del barrio. De alguna manera, el comercio local establece una relación más honesta y sincera entre el cliente y el vendedor, un ganar–ganar, que beneficia a la comunidad entera.

Finalmente arranqué el precio del mostrador del café, se lo puse a la mujer en la cara y como ya no supo qué contestar simplemente me fui. A mí me quedó como lección no comprar nada en ese tipo de tiendas (y no, su café no lo vale, es bastante malo), y ellos perdieron un cliente frecuente.

@ElArdidisimo

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