Pocas cosas son tan idiotizantes en México como el fútbol. Ni siquiera la religión o la televisión causan tanto furor entre la población mexicana como ese deporte que puede, literalmente, vaciar las calles, saquear los refrigeradores de cerveza y alterar el estado emocional generalizado.
El fútbol es un deporte como cualquier otro, pero recibe una atención desmedida, reúne a hordas de miles de personas que pueden apagar sus cerebros en la búsqueda de un gol.
Y no, no es que México sea un país deportista. De hecho da bastante vergüenza saber que no destina ni el mínimo de presupuesto al desarrollo deportivo, al talento o al fomento entre niños y jóvenes. Aunque eso sí, hay que decir que el fútbol mexicano de Primera División ostenta presupuestos por arriba de los 80 millones de dólares anuales, que se alimentan de patrocinios y venta de publicidad.
O sea, en pocas palabras los mexicanos son futboleros de pantalla porque no juegan, quizá la mayoría ni siquiera lo entienden, pero rompen cifras de rating cuando hay partidos por televisión y abarrotan los bares con pantallas gigantes para ver los goles a todo color.
Observando los estratos sociales más bajos el asunto es evidente. En muchas colonias populares, en prácticamente cualquier estado del país, hay al menos una cancha de fútbol llanero, ese que se juega de la manera más aficionada posible y sin muchas reglas.
En esos lugares no se promueve el deporte; es clásico observar a hombres panzones, que juegan a perseguir el balón con una botella en la mano, un cigarro en la otra y si se puede una bolsa de pegamento, un carrujo de marihuana y un montón de gargajos amarillos para embarrar en el suelo.
Sí, es un espectáculo asqueroso, deprimente y triste, pero que habla fielmente de la cultura popular del mexicano.
Lo que más nos arde
A quienes habitan este país no les interesa hacer deporte o educarse, sólo quieren distracción, apagar sus cerebros, gritar un rato y olvidarse de sus miserias. Quizá eso es lo que más le conviene al gobierno, y a quienes se hacen millonarios a costa de la ignorancia y la estupidez de los mexicanos.