Ni pobres, ni ricos y ni siquiera la clase media tiene dinero suficiente, con todas sus restricciones, para seguir viviendo en la Ciudad de México y no morir en el intento.
La renta, servicios como el gas, la luz y el agua, la educación, los servicios médicos, la gasolina y el transporte público, y hasta el entretenimiento, se han elevado de acuerdo con la inflación en todo el país, aunque en la CDMX ese aumento ha sido aún mayor y ya dejó muy lejos el ranking de los salarios.
Durante 2018, la Ciudad de México elevó sus costos de vida, muy a diferencia de la tendencia en otras capitales de América Latina, que los redujeron notablemente. Y a pesar de que los salarios en esta región, así como en algunas ciudades del norte del país, son más elevados, no son suficientes para alcanzar el bienestar y generar un patrimonio, para quienes empiezan a trabajar.
Quizá es tiempo de que algunos millones de chilangos decidan abandonar esta hundida ciudad, y prefieran las ciudades de provincia; en otros estados no hay tantas empresas o industrias que oferten buenos salarios, pero el bienestar es más fácil de alcanzar, porque la vida es menos costosa.
En promedio una renta habitacional en la CDMX va a partir de los 13 mil pesos, pensando un espacio de menos de 60 metros cuadrados, que albergaría a una o dos personas como máximo. Y ni hablar de la compra de propiedades, que es un asunto prácticamente inalcanzable, para la mayoría de la población trabajadora de la actualidad.
La pesadilla de países como China, Japón, Francia y Gran Bretaña, donde la gente ya ha aprendido a vivir con menos, porque no hay dinero que alcance, ahora se convierte en una realidad para los habitantes de la Ciudad de México y su debilitada economía.