Hace tan sólo unos meses hubo una enorme discusión en redes sociales respecto a la osa polar “Yupik”, habitante del zoológico de Morelia y que tenía la posibilidad de ser enviada a un santuario para pasar sus últimos años de vida. Muchos de los usuarios afirmaban que el animal pertenecía a esa pequeña jaula en la que vivió casi toda su vida, mientras otro sector pedía que fuera tratada con dignidad y enviada a un lugar con clima más adecuado para su especie.

Al final, el gobierno de Michoacán no quiso terminar el trámite para que la osa pudiera salir del país, so pretexto de que aquí estaba muy bien y dejarla viajar era arriesgar su salud.

En noviembre de 2018, “Yupik” murió a sus 27 años de edad y de un mal cardíaco. Las supuestas buenas condiciones que afirmaba tener el zoológico quedaron en evidencia y para siempre estará en duda si no habría sido una mejor decisión dejarla ir a donde viviría en una libertad supervisada, con especialistas en vida salvaje y fuera de una jaula.

Lo que más nos arde

Yupik no era de Morelia, como muchos afirmaron en su momento, nació en Alaska y fue enviada a los tres meses hacia México, luego de que su madre murió. Pese a haber pasado toda su vida aquí, su instinto y especie nunca se borraron, de ahí que estudios médicos afirmaran que padecía estrés por el encierro y otros trastornos derivados de las malas condiciones en las que se encontraba.

El problema es que en la cultura mexicana vemos a los animales como objetos, elementos de ornato que nos pertenecen y no tienen derecho a vivir con dignidad, si eso significa que no sean nuestros.

Yupik murió porque ya era mayor, sin embargo sí tuvo la posibilidad de haber pasado sus últimos años más feliz y en mejores condiciones. No la soltamos, no la dejamos ir y para el recuerdo de eso, siempre quedará la jaula que la encerró en el Zoológico de Morelia.

@ElArdidisimo