El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), tiene muchos años de haber dejado de ser una institución de salud, pasando a convertirse en un auténtico matadero para millones de mexicanos que no tienen otra opción más que atenderse ahí.
Casi dos mil quejas anuales son registradas por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en contra de médicos y personal del IMSS, mismos que suelen incurrir en delitos como discriminación, negligencia y homicidio doloso.
Todos los mexicanos conocen la historia; puedes acudir al IMSS por una gripe, una uña enterrada o una diarrea, y salir amputado de una pierna o con un cáncer terminal.
El IMSS es la suma de negligencias, ignorancia, indiferencia y corrupción, que resulta en una atención de tercera para 74 millones de derecho-habientes quienes, dicho sea de paso, no acuden de manera gratuita, porque antes ya les quitaron dinero de sus salarios para pagar esa atención médica.
No, el IMSS no es gratuito, los mexicanos lo pagan a pesar de que no obtienen la atención que merecen, y muchas veces deben acudir a la medicina privada para salvar sus vidas.
Ya en los últimos años, la atención en el Seguro Social ha empeorado a niveles que no son de creerse. Pacientes que descansan en el suelo, falta de insumos básicos, hospitales que se inundan o están por caerse, ausencia constante de médicos y personas que mueren por falta de atención.
Si es un hospital, ¿por qué no los atienden? Y no, no los atienden porque, entre otras muchas cosas, esta institución está quebrada, rota y ya no tiene recursos; cada año se fugan más de 18 mil millones de pesos en temas de falta de transparencia y corrupción.
El IMSS es peor que una vergüenza para los mexicanos, es la cristalización de un país al que no le importan sus ciudadanos quienes, trabajen o no, parecen no merecer que se les trate con el mínimo de humanidad posible.