Hay cosas que pareciera sólo pasan en México, en un México lleno de corrupción, tranzas, compromisos políticos y gente que no hace su trabajo.
El 12 de julio del 2018, la plaza Artz Pedregal, en la Ciudad de México, casi se derrumbó en su totalidad, frente a los ojos de cientos de personas que asistían a hacer sus compras en ese lugar. Lo que pudo haber sido una enorme tragedia, se reveló como la punta de una larga cadena de omisiones, que vienen afectando a esta ciudad desde hace varios años.
Esta plaza fue inaugurada por el propio Miguel Ángel Mancera, entonces gobernador de la CDMX, tan sólo cuatro meses atrás del suceso y con toda la premura posible porque representaba millones de pesos en inversión para los empresarios constructores.
Ya en 2016, cuando la plaza estaba en construcción, hubo un derrumbe que avisaba de las pésimas condiciones en que se llevó a cabo la obra. Pero como la corrupción lo puede todo, la delegación a cargo no hizo nada para frenar el avance, y tampoco hubo instancias que verificaran lo que ahí se estaba haciendo.
La historia de la Ciudad de México está llena de edificios mal construidos, con materiales de mala calidad, sobrepeso, uso de suelo incorrecto y errores de planeación que resultan en sucesos como el de Artz Pedregal y otros mucho más graves; en septiembre de 2018, un sismo destapó la corrupción con la que cientos de edificios públicos y de vivienda operaban, tanto que eso costó la vida a muchas personas, en ese desastre.
¿Qué hubiera sucedido si la sección derrumbada de la plaza hubiera estado en uso? En plena época vacacional es seguro que decenas de personas habrían muerto y en ese caso, como suele suceder en México, todos los responsables por permitir la pésima construcción de un edificio que se derrumbó en cuatro meses, se hubieran lavado las manos de la responsabilidad.
De unos años a la fecha, la Ciudad de México ha poblado su panorama de construcciones monumentales, edificios que superan los treinta pisos, plazas comerciales que provocan caos vial, saturación de espacios, basura y hasta elevan los costos habitacionales. Y todo eso como si este enorme monstruo urbano no estuviera ya bastante harto de la saturación y la falta de recursos como agua, seguridad y hasta estacionamiento.
Todo este paisaje pinta como receta perfecta para el desastre, una bomba de tiempo esperando a explotar, en manos de todos los chilangos.