Culto a fuerza

Ya sabemos que México es un país netamente católico y donde priva la fe religiosa por encima de todas las cosas, aún sobre la lógica, la inteligencia o el sentido común, cosa que por cierto no es algo que caracterice a los mexicanos.

Desde la época de la conquista española, los indígenas fueron obligados a rendir culto a la religión cristiana, aún por encima de los dioses en quienes ellos creían.

De aquel entonces y a la fecha, la fe es un tema que en este país se toca con pinzas; al menos el 82% de los mexicanos dicen ser católicos y vivir bajo ese precepto, celebrando los actos y fiestas que esa religión manda.

Afortunadamente, el ex presidente Benito Juárez logró separar a la iglesia de la educación pública, lo que significó que los mexicanos no tendrían, desde entonces y a la fecha, que crecer educados con un sesgo religioso. Sin embargo, eso no evitó que el culto y el fanatismo se colaran por la ventana y mandaran en la vida de millones.

En pleno siglo XXI, con tanto acceso a la información, tecnología y un mundo globalizado, aquí todavía vivimos bajo el yugo de la Iglesia, atorados en ideas radicales, supuestos mandatos divinos, que no son más que el interés de los poderosos sobre nuestra propia ignorancia.

La televisión pública es el ejemplo perfecto de lo anterior. En los últimos años han proliferado producciones que, en apariencia inofensivas, distribuyen culto católico a niños, jóvenes y adultos, los instruyen en esas creencias de fe, y de paso los distraen de lo que sucede en el mundo de afuera.

Lo que más nos arde

Entre las vírgenes y los santos, la televisión mexicana es otra víctima más del sesgo religioso en el país. ¿Por qué un medio que se dice público, y cuya única tarea debería ser educar para el libre pensamiento, tiene que enseñarnos a creer en un personaje fantástico de la religión católica?

Al menos tres de cada diez mexicanos que pertenecen a una minoría religiosa, se sienten discriminados en el país, y han vivido actos de rechazo por no ser católicos. Y eso mismo puede observarse cuando marchan los grupos religiosos que dicen luchar por la “familia tradicional” y contra los derechos de los homosexuales, pues se escudan en su fe y afirman que su Dios no permite una sociedad distinta.

Los católicos son mayoría, pero no son los únicos que viven, se educan y pagan impuestos en este país. Aquí también hay más de tres mil asociaciones religiosas de diversos tipos, que se merecen educación y entretenimiento, libres de culto, pero sobre todo, con respeto a sus creencias.

@ElArdidisimo

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