Hay que aceptarlo, México es un país donde rige la ley del físico, aquí primero se miden la talla, el color de la piel y el alto del zapato, y al final siempre quedan el intelecto, el talento y las ganas de triunfar. Suena horrible, pero esta nación se mueve completamente en la superficialidad, a la mayoría le importa más cómo te ves, antes que aquello que tienes en la cabeza.
Lo anterior quizá explique por qué los que tienen el poder no son las personas más adecuadas, y menos aún las más capacitadas, pero sí responden a un sistema de creencias que se mueve específicamente sobre la apariencia, el qué dirán y el cómo te verán.
La estadística no miente, y si no que le pregunten a cualquier mexicano que haya buscado trabajo; 46% de los mexicanos asegura haber sido discriminado al pedir un empleo, solamente por no clasificar con estándares de belleza como ser delgados, tener la piel blanca o el cabello rubio, o incluso no encajar en una edad específica, entre otras muchas banalidades.
Y luego, la pregunta obligada es por qué las empresas están llenas de personas ineficientes, gente que no sabe nada y cuyos valores son bastante dudosos. Claro que es de esperarse, si la costumbre a la hora de seleccionar candidatos para un puesto, siempre es guiarse por el físico y aquellos que tienen conocimientos no suelen figurar, porque no son “bonitos”.
Y no, no es que la belleza y la inteligencia estén peleadas, es que deberíamos ponderar el valor de las personas y su inteligencia, antes que cómo se ven o se visten porque eso, al final, no da resultados, no genera más ganancias y no atrae más clientes, a menos de que estemos hablando de una revista erótica o un mercado de prostitución.
Tú, tu hermano, tu mamá, el tipo que tienes al lado justo ahora, incluso quien escribe esta nota, todos en algún momento discriminamos y calificamos por el físico a alguien, porque eso fue lo que nos enseñaron. Jefes, jefas, coordinadores de área, encargados de recursos humanos, entrevistadores y demás población de esa que se sube en un ladrillo y se marea, todos deberían saber que la belleza se acaba (sí, hasta la tuya, cariño), pero la inteligencia, la clase y la calidad humana son cosas que permanecen a lo largo del tiempo, y se recuerdan mucho más que aquellas tonterías como si era rubia, morena, talla 3 o talla 9.
Incluso, a nivel mercadológico, está comprobado que son mucho más exitosas las personas que tienen carisma, buenas relaciones humanas y un trato afectuoso, que quienes basan sus logros en vestirse bien o seguir estereotipos de belleza superfluos.
Lo que más nos arde
Los mexicanos se quejan de un país donde la clase política es en la misma medida idiota, como es millonaria, mientras los ciudadanos siguen rompiéndose el lomo para mantenerla. Y sin embargo, pese a tener la evidencia en la nariz, tampoco cambian sus propias actitudes, eligen los mismos amigos bonitos, compañeros de asiento rubios, cantantes delgados, secretarias 90-60-revienta, ídolos perfectos e irreales, y tienen la esperanza de que toda esa gente, con el cerebro hueco, les cambie la perspectiva y les regale un mundo de colores. ¡Sí, cómo no…!