Todos los mexicanos tenemos derecho a manifestar nuestra inconformidad con alguna medida que tome el gobierno, está en la Constitución. Pero ejercer este derecho con responsabilidad, no es tarea fácil.
No en vano se utiliza la frase: “Tu derecho termina donde empieza el mío”.
¿A qué nos referimos?
Las marchas, cierres de vialidades y cualquier manifestación de inconformidad, tienen un golpe duro en la vida cotidiana de las personas que se ven afectadas, directa o indirectamente, con el movimiento.
Al menos en la Ciudad de México, donde es muy común toparse con un cierre de una avenida principal o un plantón.
Pensemos en los comerciantes que tienen sus negocios, justo donde se desarrolla el movimiento; la gente ya no va a entrar a comprar a sus establecimientos, por lo que tendrán pérdidas de millones de pesos.
Según datos de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo en pequeño (Canacope-Servytur) de la Ciudad de México, las mermas pueden llegar hasta los 300 millones de pesos, siendo afectados al menos 27,500 negocios, en el Centro Histórico de la capital.
Al cierre de 2013, se registraron más de ocho mil marchas, mientras que, en 2012, fueron 7 mil 319, que afectaron la economía de la ciudad y generaron embotellamientos, en las calles donde se presentaron las manifestaciones.
LO QUE MÁS ENCHILA
Por supuesto, nadie está en contra de la libertad de expresión, pero cuando ejercer este derecho tiene repercusiones en la vida diaria de las demás personas, el asunto es distinto. Cuando por una manifestación, no te importa retrasar por horas a quienes deben llegar a sus destinos, o no te importa la cantidad de dinero que pueda perder un pequeño comerciante; más que ser un manifestante, quizá te conviertas en un egoísta.
Los principales actores en este tema, son los miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE); que por sí sola ha afectado a 2 mil 833 establecimientos y ha generado pérdidas por mil 130 millones de pesos, con sus marchas.