Los políticos mexicanos son como actores de comedia, nada se les puede tomar con demasiada seriedad, y hacerlo sería tropezar con una piedra enorme, pues su cualidad más natural es hacer reír a todos los ciudadanos de este país, con sus ocurrencias.
No importa si son funcionarios públicos menores, diputados, senadores o hasta personajes de alto rango, como gobernadores o presidentes, todos parecen ir por el mismo camino y cada que tienen una cámara o un micrófono, logran desprestigiar más la, ya muy desprestigiada, cultura política de México y los mexicanos.
Es irónico cómo los mexicanos reclaman siempre, por tener un país de Primer Mundo, pero lo único que consiguen son funcionarios de tercera, cuyo nivel intelectual es risible, para quienes observan desde otras naciones. ¿Cómo no se van a reír de nosotros, si los encargados de dirigir no pueden articular dos palabras sin meter el pie?
México es una especie de caricatura, algo que solamente se concibe en un espacio imaginario, donde las cosas funcionan completamente al revés de como debieran ser.
En el mismo sentido, ser funcionario público en este país no tiene que ver con servir a los ciudadanos, o poseer suficientes conocimientos para llevar por buen camino la estabilidad, la economía y la vida de los ciudadanos; para estar en el servicio público mexicano, hay que tener ganas de hacer dinero a costa de los demás, pero además, con un agudo sentido del cinismo y un reducido sentimiento de vergüenza, para poder hacer desastres sin sentir culpa por ello.
No, la verdad es que no es gracioso, es más bien preocupante que entre cinco millones de personas empleadas en instituciones públicas de México, no podamos encontrar alguna que haga su trabajo con la mínima honestidad; mientras más alto el rango, más se agrava la situación, peor el desfalco y más la desfachatez.
Lo que más nos arde
¿Qué haría un mexicano común si ganara 30 millones de pesos por hora? Seguramente pocos saben que eso, en promedio, nos cuesta la función pública, a todos los ciudadanos de este país. La pregunta entonces es ¿por qué, si pagan sueldos de esa envergadura, la mayoría viven con menos de diez mil pesos mensuales?
Sí, los mexicanos pagan sueldos de lujo a los funcionarios, pero éstos trabajan como si ganaran el salario mínimo, hacen el mínimo esfuerzo, y roban como si no tuvieran ni siquiera para comer.
Lo peor del caso es que no les da vergüenza admitir su posición privilegiada, frente a millones de ciudadanos, que les pagan solamente por respirar.