En países desarrollados poner a alguien al volante no es cosa de juego, sino un asunto muy serio y que requiere pruebas, exámenes de aptitud y la comprensión real de todos los reglamentos de tránsito que, dicho sea de paso, se cumplen a cabalidad y sin sesgo alguno.
En México hasta las gallinas pueden conducir un automóvil, más aún si se trata de un transporte público. La inconsciencia sobre el peligro de estar al volante lleva a situaciones verdaderamente desastrosas, accidentes que podrían evitarse, si hubiera más control sobre quién puede y quién no puede tener una licencia de conducir.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) coloca a México en el lugar número siete de fallecimientos derivados de accidentes automovilísticos; al año unas 24 mil personas pierden la vida por esta causa y uno de los factores más recurrentes es la presencia de bebidas embriagantes.
En muchos estados, como es el caso de la Ciudad de México, ni siquiera se requiere un examen de conocimientos básicos para conducir y cualquiera que tenga más de 16 años puede tener una licencia. Eso significa que estamos dándole permiso para matar, a un montón de asesinos en potencia, personas que no tienen aptitudes físicas ni mentales para estar al volante y andan por ahí causando accidentes cuyas consecuencias podrían ser muy graves.
A toda esta enorme ignorancia hay que sumarle la glorificación del automóvil que hay en la cabeza de los mexicanos. En este país tener un auto es símbolo de madurez, estatus económico y social, y un montón de otras estupideces que no significan nada; casi cualquiera es capaz de endeudarse para tener uno, aunque no tengan idea de cómo funciona o de lo que dicen los reglamentos.
Viendo lo anterior, no es muy complicado responder el por qué de los problemas de tránsito que hay en prácticamente en todas las ciudades del país: contaminación, embotellamientos, violencia al volante, falta de interés sobre las reglas, pedazos de carne con patas que andan queriendo conducir por el mundo, cuando no son capaces de atravesar una avenida sin pasarse el semáforo en rojo.
Lo que más nos arde
México se encuentra entre los diez países del mundo que más automóviles tienen, casi 14 millones registrados y en circulación, una cifra peligrosa si tomamos en cuenta que la mayoría de los conductores, según encuestas, desconocen las reglas básicas de tránsito y prefieren pagar corrupción a los policías de tránsito, antes que ajustarse a lo que debiera ser.