En México los clósets son para las personas y no para la ropa.
Si bien es cierto que un 4% de la población mexicana se asume a sí misma como homosexual o bisexual, también es verdad que es una cifra pequeña frente a la cantidad que sería, si no viviéramos en un país moralino, al que no le gustan las diferencias.
Lo que se conoce coloquialmente como “el clóset” no es otra cosa que esa manera acostumbrada de ocultar las preferencias sexuales, por miedo al rechazo o señalamiento social, fingiendo que se tienen las más aceptadas, para no ser segregados del resto de los mortales que sí son “normales”. Y en México vivir así, es lo más común, incluso mucho más que aceptar lo que en realidad se es.
En pocas palabras, se puede decir que México es un país de clóset, no sólo en el sentido de las preferencias sexuales, sino en todo lo referente a moral, ética y buenas costumbres, que a los mexicanos les encanta aparentar, disimular y disfrazar.
Algo en el gen de los mexicanos volvió a su raza, desde tiempos inmemoriales, un asunto de voces bajas y chismes de pasillo. Probablemente tuvo mucho que ver la represión vivida durante la conquista española, y el duro azote de la Inquisición contra todo lo que no fuera cristiano, incluyendo la complejidad del mundo prehispánico, su visión del mundo y su cosmogonía.
Ahora, a cientos de años de distancia, los mexicanos viven en una vergüenza diaria, les avergüenza su país, sus costumbres, todo aquello que son y lo que no son, y la doble moral es prácticamente un closet, que los mantiene ocultos de su propia realidad.
Ese clóset permite, por ejemplo, que la sociedad mexicana se erice al hablar de derechos para los homosexuales, pero vea como algo natural que las mujeres se vendan como carne en los centros nocturnos; que los primeros no puedan tener hijos, pero sí las niñas de 13 años, o aquellas con problemas de calle o drogadicción, solamente porque la naturaleza se los permite.
Ese clóset es un armario de reglas morales obsoletas, complejos alimentados por la ignorancia y la indiferencia, que no hacen sino disminuir profundamente el valor de la sociedad mexicana, ante el resto de la humanidad.
Peor aún, ese clóset está todavía alimentando a las generaciones nuevas, niños y jóvenes que son criados en la intolerancia de un mundo que engaña, diciendo que todos tienen que ser iguales y rechaza a quienes se escapan de ese molde.
México es el segundo país del mundo donde más crímenes se cometen contra homosexuales, con más de mil 300 asesinatos en los últimos 20 años, por esta misma razón. Y ni pensar en lo que dicen las leyes y las autoridades, porque nos damos cuenta que ahí empieza el problema.
Lo que más nos arde
En México la discriminación es completamente funcional, aquí hay ciudadanos de primera, de segunda y de tercera, según el tamaño del clóset que les califique. O al menos eso hace creer el modus operandi de la sociedad mexicana, que defiende a unos y desprotege a otros, como si unos fueran menos ciudadanos que los demás o no merecieran tener el mismo derecho a vivir tranquilos, felices, libres y en paz.