Pese a que México vive uno de sus peores momentos, en cuanto a desapariciones forzadas, en especial de niños y mujeres, las únicas que no parecen sorprendidas ni preocupadas son las autoridades.
Se calcula que del total de desapariciones en México, sólo el 1% es investigado, mientras el resto queda en el limbo, hasta que la familia hace el trabajo de la policía o se resigna a perder a sus seres queridos, por carecer de recursos para pagar investigación privada.
En menos de diez años, México ha registrado más de 30 mil desapariciones forzadas, eso sin tomar en cuenta un enorme número de ausencias que no se denuncian, y aquellas de personas que estaban de paso por México de manera ilegal, sin que nadie supiera de ellas.
En pocas palabras, México es para muchos un agujero sin fondo, la tierra se los traga sin dejar rastro, y sin que nadie se preocupe por saber a dónde fueron a parar.
La desaparición forzada es uno de los muchos nudos que tiene la espiral de la impunidad en el país. Aquí no se investiga nada, el sistema está ciego, atado de manos, ignorante y mudo de un cáncer que se lo está comiendo lentamente.
Es irónico cómo el gasto en seguridad que presume el gobierno, la inversión en tecnología, la implementación de nuevos sistemas de justicia, modificaciones a las policías federales, estatales y municipales, los operativos y todo eso que llena páginas enteras de los periódicos, no sirve para nada cuando se trata de desaparición.
Con todo esa compleja industria de seguridad, no es posible localizar a alguien en las trascendentales primeras 48 horas de su ausencia. Y más bien no es que no se pueda, es que al mismo sistema no le importa, porque las personas son estadísticas, archivos y papeles acumulados en bodegas.
Es más preocupante aún, que ante la proliferación de ausencias e identidades no localizadas, a los mexicanos se les está acabando la capacidad de asombro. Niñas, niños, adolescentes, mujeres, hombres, ancianos, por cientos, llenan las páginas de los periódicos, las publicaciones en redes sociales, los anuncios de televisión, donde figuran como desaparecidos. Y no queda otra que darle la vuelta, cambiarle al canal o regalar un like y seguir viviendo, respirar, porque no somos nosotros.
Una cuestión interesante es que el fenómeno de la desaparición forzada en México, no ha sido detonado solamente por el crimen organizado. Muchas de las denuncias, especialmente de organizaciones civiles, son contra policías, militares y entidades del gobierno que, aprovechándose de un vacío de justicia, cometen asesinatos y desapariciones a su conveniencia. O eso cuenta la leyenda…
Lo que más nos arde
Sabemos que existe la desaparición forzada, porque muchos grupos de familiares de desaparecidos y víctimas colaterales, se han encargado de sacar información a la luz, reclamarle al gobierno su indiferencia, y hacer que la situación se sepa en todo el planeta. De otro modo, ni los mismos mexicanos sabrían dónde quedó la bolita.