¿Te habías preguntado de qué está hecha tu casa?, ¿qué materiales usaron para construirla?, ¿pisas firme o estás flotando en nada?
La Ciudad de México está colocada sobre un territorio altamente sísmico, donde las posibilidades de sufrir una catástrofe, por esa clase de fenómenos, son muy altas y en base a eso debería prevenirse.
El problema es que México siempre se queda en el “hubiera”, así hubiéramos tenido que prevenir todas las tragedias sísmicas vividas con anterioridad, y salvar con ello la vida de miles de personas; la información es pública, sin embargo, la prevención es un tema que no tiene efectos activos aquí, por el contrario las ciudades, sobre todo la CDMX, son verdaderas trampas mortales para sus habitantes.
El sismo del 19 de septiembre del 2017, fue un recuerdo vívido del sucedido el mismo día, pero de 1985. No solamente la naturaleza se encargó de recordarnos el horror, además vimos repetirse un desastre con todas sus letras, errores del pasado que, en tres décadas, no se corrigieron, y un examen de aprecio por la vida en nivel reprobatorio.
El problema con el sismo del 2017, igual que sucedió en 1985, es en gran parte que las reglas de construcción no se están aplicando en lo más mínimo, ni en escuelas, ni en oficinas y menos aún en viviendas. Sorprendente o no, los edificios más afectados no tenían más de cinco años de haberse construido, quienes ahí vivían aún no terminaban de pagar sus departamentos y además, habían adquirido deudas millonarias, de lujo, cuando el temblor dejó ver que estaban hechos con materiales de la peor calidad.
La CDMX tiene un enorme problema de especulación inmobiliaria, grandes constructoras están invadiendo todo tipo de colonias para comprar casas, derrumbarlas y edificar verdaderos monstruos, eso sin ningún interés en otorgar calidad de vida, servicios públicos suficientes, o la más mínima seguridad.
Avenida del Imán es una de muchas avenidas invadidas en esta capital, es fácil observar cómo se han levantado decenas de edificios de más de cinco pisos, en terrenos donde antes sólo se ubicaban casas.
Alguien que le pregunte al delegado de Coyoacán, al gobernador de la ciudad e incluso a Protección Civil, quién otorgó los permisos para edificar estas enormes montañas de porquería, rellenas (tal como refiere la foto) de unicel y de muerte.
La construcción en cuestión está ahí, a la vista del público, esperando la maquinaria para seguir su crecimiento, que seguramente rebasará los cinco o seis pisos. ¿Aguantará?
Deberían recordarles que están construyendo casas para personas, no para muñecos de trapo.
Lo que más nos arde
En especial el sur de la CDMX es víctima de las constructoras, nadie ha podido parar el levantamiento de edificaciones en todas las zonas, proyectos que evidentemente siguen en pie, gracias a la corrupción y a la avaricia de muchos.
¿Por qué les importará tan poco arriesgar la vida de familias enteras por llevarse una ganancia a la bolsa?
Parece que en México, la única forma de hacer dinero es a la mala, engañando, robando y jugando con el patrimonio de quienes trabajan toda la vida, para que se les caiga la casa encima.