México se asfixia a sí mismo lentamente, en un proceso que va mucho más rápido de lo que podemos percibir, y cuyas consecuencias podrían incluso poner en peligro nuestra existencia.
Hace mucho tiempo que se sabe, porque la ciencia lo dijo, que los árboles y la vegetación en general, son condiciones indispensables para la vida humana en la Tierra, de modo que la eliminación de pulmones verdes es un paso seguro hacia su extinción.
En datos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cada año México pierde 500 mil hectáreas de bosque y selva, contribuyendo con ello a la pérdida de muchas especies de plantas y animales, además de las consecuencias que eso trae, como la modificación del clima.
No tiene que ver con leyes porque esas existen, pero son obsoletas ante la ambición de muchos. El principal problema radica en la intención de grupos poderosos, por obtener grandes extensiones de terreno para construcción, lo cual sólo se logra incendiando las áreas naturales para justificar el cambio de uso de suelo.
Uno de los principales problemas es que no es tan sencillo reparar el daño hecho, sobre todo cuando se talan bosques enteros con árboles que tenían más de cien años dando oxígeno al planeta; es imposible sustituir esa enorme producción, y su lugar en la naturaleza, aún cuando se intente arreglar, sembrando otros muchos árboles alrededor, que tardarán décadas en crecer, y eso si sobreviven.
Modificar los espacios naturales es una acción de consecuencias incalculables y cada modificación del ser humano en la biodiversidad, es un paso sin retorno a la extinción de especies; arrancar una planta, tomar un coral del mar, matar a un animal o dejar algún resto de basura en el bosque, son cosas que casi todos han hecho, suenan sencillas, pero gracias a ellas hoy estamos en un camino sin retorno hacia la muerte de la biodiversidad de México.
En menos de 20 años, en la Ciudad de México fueron talados casi 60 mil árboles. Eso, sumado al creciente número de automóviles en circulación y la constante construcción de unidades habitacionales, que demandan servicios y producen contaminación, está provocando que la capital del país se convierta en una zona inhabitable, por sus condiciones de toxicidad en el ambiente.
Pese a todos los datos, estamos hablando de una enorme ola de porquería que nadie ha sido capaz de frenar, al grado de que en 20 años, el país perdió más del 35% de sus áreas naturales. ¿Cuántas décadas nos quedarán para seguir sin hacer nada?
Lo que más nos arde
Ningún programa de reducción del tránsito o de afinación obligatoria de vehículos va a lograr que el planeta se arregle, si no dejamos de talar árboles indiscriminadamente; un árbol es una unidad que produce vida, oxígeno y da hogar a otras especies animales y vegetales, y eso no es posible reproducir de manera artificial, o en otras condiciones que no sean las que el mismo planeta provee para que las cosas sean así.
La tala inmoderada no sólo está modificando el clima de México, incluso tiene consecuencias sobre la composición del suelo y la producción de alimentos, lo que incide directamente en nuestra calidad de vida y el futuro que nos espera.