Los mexicanos somos muy dados a exigir, exigirle a otros mexicanos por lo que no hacen, exigirle al gobierno por lo que creemos que nos debe y exigirle a todo el que se nos atraviese, porque nosotros somos muy buenos ciudadanos y creemos merecernos un país mejor.
El asunto en todo esto, es que no hemos aprendido a pagar con la misma moneda con la que exigimos a los demás, que hagan lo que les corresponde.
Si se hiciera una encuesta sobre las obligaciones de los mexicanos, cuántos cumplen con tareas sencillas como pagar los impuestos, poner la basura en su sitio, educar a sus hijos y ser honestos en su día a día, tendríamos como resultado que el comportamiento del gobierno es directamente proporcional al de los ciudadanos.
México es un país donde cada quien, funcionarios y ciudadanos, hace lo que quiere, pero nadie hace lo que debe, porque se tiene la creencia de que nada pasa, nada cambia y no hay nada por hacer para que las cosas mejoren.
Hace poco una alcadesa se hizo famosa por regañar a los ciudadanos que llenan de basura las alcantarillas de su municipio. Ella afirmó que era imposible tener un sistema de gestión de agua de lluvia eficiente, si los habitantes no cooperaban y dejaban sus residuos a la intemperie.
Y esa historia se repite en todos los niveles, sectores y temas. Los mexicanos solemos esperar a que el gobierno resuelva, no movemos un dedo por cambiar y luego nos enojamos porque las cosas no salen como queremos.
Lo que más nos arde
Si la conciencia ciudadana va en este sentido, ya podemos adivinar cuál es el futuro que le espera al país en los próximos dos o tres sexenios, y no es muy distinto al presente.
No hay ningún presidente o funcionario público que pueda mejorar la situación del país; esa sí que es una tarea de los ciudadanos y que nadie más puede tomar en sus manos.