Hay una marca de sartenes que domina el mercado mexicano desde hace varios años, y cuyo slogan principal alude a que está dirigida especialmente a las mujeres. Sí, literalmente declara que el trabajo de la cocina es exclusivo de ellas, a quienes por supuesto les tiene que fascinar pasarse el día tallando la grasa de los sartenes mugrosos, porque para eso nacieron.
Cocinar, planchar, lavar la ropa, ¿por qué será que en pleno siglo XXI siguen asignando esta clase de tareas a las mujeres mexicanas?
Sor Juana Inés de la Cruz, Julieta Fierro, Olga Medrano, Paola Espinoza o Elena Garro, todas esas mexicanas cambiaron al mundo, gracias a que dejaron la ropa sucia, olvidaron ir por los niños a la escuela y no le hicieron de comer a sus maridos. ¿Qué habría sido de la literatura mexicana si alguien como Rosario Castellanos hubiera decidido que era más importante tallar un mantel embarrado de mole, antes que ponerse a escribir?
No es suficiente con el machismo arraigado, la violencia que se ejerce en las calles y el peso del patriarcado sobre las cabezas de las mexicanas, además, ellas tienen que aguantar que las marcas comerciales, la televisión y casi toda la cultura actual les imponga estereotipos absurdos, sobre lo que se supone deberían ser o hacer.
En 1968 estalló el movimiento feminista con la quema de sostenes en Nueva York. Mujeres que no estaban de acuerdo con las imposiciones del sistema hicieron una enorme manifestación que buscaba sentar un precedente: ellas no iban a seguir conformándose con ser amas de casas, sumisas y aburridas, y empezaba su momento de tomar al mundo por la fuerza y hacerlo suyo.
Lo que más nos arde
A 50 años de distancia de aquella particular manifestación, las mujeres mexicanas todavía siguen preguntándose si lavar los calzones de su marido es una imposición, una obligación asumida, un trabajo de equipo o una elección.
Mucho más grave todavía, la sociedad mexicana no ha podido superar el asunto de los roles de género, entonces las niñas siguen jugando a lavar los trastes y ser mamás, como si la historia no nos hubiera enseñando ya suficiente sobre la enorme capacidad de ellas para liderar las ciencias, la literatura, la música, los deportes, la política y el mundo entero.