“Si fuera tu mamá, ya te hubiera agarrado a golpes”… me dijo una maestra gandaya, cuando tenía como seis años. Todavía me acuerdo de su cara, el tono de su voz y el placer que la daba saber que, hiciera lo que hiciera conmigo, probablemente nadie iba a venir a defenderme porque estaba sola.
La desconfianza, la agresividad y la defensiva, a manera de protección, por desgracia se aprenden en los primeros años, cuando no tienes fuerza física para responder y tampoco la posibilidad de salir corriendo para escaparte de los malos.
En una relación de abuso infantil hay tres protagonistas: el abusador, la víctima y aquél que con su omisión, permitió que las cosas sucedieran. Los malos existen, pero también existen aquellos que se supone son los responsables de proteger a los niños y enseñarles lo que valen, para que nadie los dañe.
Dicen que hoy vivimos una época de descontrol, donde los niños no conocen las reglas ni los límites y viven únicamente de sus deseos primarios. Sin embargo, hay que aceptar que también vivimos tiempos sumamente violentos, donde incluso la maldad toca a los más jóvenes, sin que nadie se sorprenda, asumiendo que, el hecho de que más del 60% de los niños mexicanos hayan sido abusados alguna vez, es un asunto completamente normal.
Padres, hermanos, primos, tíos, abuelos, maestros o vecinos, todos esos niños tenían gente a su alrededor que pudo haberlos protegido y no lo hizo. Y no es que como adultos seamos súper héroes o podamos estar siempre detrás, simplemente pasa que nuestra tarea más importante debiera ser enseñarles que el amor no daña, la violencia no es normal y aquél que lastima, no merece estar presente.
Dicen que antes, hace varias generaciones, no había problema que no se arreglara con dos nalgadas y unas horas viendo la pared. Pero es una ironía que viviendo una época donde se supone que esa clase de castigos se erradicaron para proteger a los niños, sean ellos precisamente, las principales víctimas de abuso físico, psicológico y sexual.
¿Dónde están sus derechos, las convenciones internacionales y la evolución a la que se supone llegamos en el siglo XXI?, si de cualquier modo las cosas son peores, mientras más joven seas y el maltrato es requisito indispensable para llamarte niño.
Lo que más nos arde
El abuso, a cualquier edad, roba la dignidad, pero cuando es sobre un niño también se lleva su autoestima, sus sueños, pone en duda su futuro y su existencia, le cambia la perspectiva sobre el mundo que le rodea; un niño bajo cualquier tipo de abuso, no será nunca el adulto que pudo haber sido, si se hubieran respetado sus derechos.