Los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2018 (JCC), con sede en Barranquilla, Colombia, se convirtieron en un auténtico foco de exposición para los atletas mexicanos.
En un país que invierte casi nada en sus deportistas de alto rendimiento, cuyas becas para mantenerlos y prepararlos son raquíticas, y con entrenadores que trabajan más por amor al arte que para comer, cualquiera podría pensar que el resultado debería de ser peor que mediocre.
Irónicamente, en los recientes Centroamericanos los atletas mexicanos trajeron 341 medallas, de las cuales 132 fueron de oro, arrebatadas a países tan fuertes como Cuba y el mismo Colombia.
Prácticamente en todas las disciplinas, México se llevó preseas, algo que ni siquiera los mismos mexicanos esperaban, pero que habla del espíritu ganador que aún vive en este país.
Los mexicanos son conocidos por ser obesos, sedentarios, deshonestos, sucios, flojos y bastante perdedores, aunque hay ocasiones en que se rompen las barreras de lo establecido y suceden milagros como el de los JCC 2018.
Por otro lado, habría que reconocer que tampoco los mexicanos tienen mucha cultura deportiva. Normalmente el único deporte que conocen es el fútbol y no porque lo jueguen, sino porque de vez en cuando les da por tirarse frente a la tele, beber cerveza y sentirse jugadores de Primera División, aunque ellos no corran ni en caso de temblor.
Lo que más nos arde
Los JCC son una lección para todos, lección para el gobierno que debe analizar sus prioridades y empezar a invertir en quienes sí valen la pena, lección para los mexicanos que deberían volver a contemplar hacia dónde va su cultura deportiva, y lección para los atletas que aún sin apoyo, sin recursos y sin público, trajeron resultados a un país sin esperanzas.