“Ana y Bruno” y el fracaso del buen cine mexicano

Quizá México es uno de los sitios donde más difícil es hacer buen cine, de todo el planeta. Aquí la industria está limitada por la ley y no tiene mercado, a menos que se trate de las mismas temáticas y los mismos actores de siempre.

En septiembre del 2018, el director Carlos Carrera estrenó la película “Ana y Bruno”, un largometraje de animación para niños que tenía años enlatado y hasta ahora pudo salir a las pantallas.

La historia, con un trasfondo psicológico muy profundo, versa sobre los intentos de una niña por encontrar a sus padres, mientras se introduce en un mundo lleno de monstruos y personajes fantásticos, que revientan el molde de la mente de los niños mexicanos.

Carrera es un director muy conocido en México, aunque no caracteriza su trabajo por ser especialmente comercial. En 1994 ganó la Palma de Oro en Cannes, por el cortometraje “El Héroe” y posteriormente realizó otras obras que, si bien eran buenas, no fueron muy aclamadas por la crítica nacional.

“Ana y Bruno” no fue un éxito, pese a ser una propuesta diferente para el público infantil, muy lejana a lo que se acostumbra en el cine comercial, tan sólo fue vista por poco más de 300 mil personas en salas de México. No gustó, simplemente se quedó fuera de los intereses de los mexicanos, que no van más allá de princesas bobas, narcotraficantes y lenguaje de doble sentido.

Haciendo un comparativo más claro, mientras “Ana y Bruno” recaudó menos de 17 millones de pesos, la ridícula y pésimamente ponderada “No manches Frida”, del año 2016, recaudó 131 millones de pesos en los primeros días de su estreno.

Y sí, lo anterior sólo demuestra que los mexicanos no están acostumbrados al cine complejo o que haga pensar. Por el contrario, prefieren las películas llenas de estereotipos de género, las mismas historias rosas, las clásicas actrices con cuerpos bonitos y diálogos fáciles, de las que ya tenemos montones.

La polémica se desató porque la película de Carrera fue clasificada como público infantil, aunque claramente apelaba a niños con mente abierta, acostumbrados a cuestionar, a leer y ver propuestas inteligentes.

Con lo que no contábamos es que los niños mexicanos son asiduos consumidores de productos como “La Rosa de Guadalupe”, que no requieren más de 2 puntos de IQ para entenderse, y sus padres son un público bastante mediocre. Es así que, simplemente no entendieron la película, pues la temática y el mensaje son demasiado elevados para lo que están acostumbrados a ver en pantalla.

Ni modo, al público lo que pida y en este caso el mismo público fue el que demostró su ignorancia.

 

@ElArdidisimo

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