Tan sencillo como acceder a una llave, abrirla y obtener un líquido transparente que todos damos por hecho. Está ahí, y para la mayoría siempre ha estado, forma parte de aquello que parece perpetuo a simple vista, y sin embargo no lo es, más bien es un recurso limitado que nos estamos acabando.
En datos del Inegi, hasta 2010 el 89% de la población mexicana tenía acceso al agua potable, aunque de esa cifra, más de diez millones de personas la recibían contaminada.
El resto son mexicanos que no tienen acceso a ningún servicio de agua en sus hogares, lo que significa que, para llevar a cabo las tareas de la vida diaria, deben buscar el agua en pozos, ríos, o contratar servicios particulares de abastecimiento.
Pese a que el acceso al agua limpia, es un derecho humano promulgado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en México su distribución es desigual y tiene que ver con que no se lleva el servicio a las zonas más pobres o alejadas, y al mismo tiempo, quienes ahí viven no pueden exigirlo al gobierno, porque padecen un alto grado de marginación e ignorancia; tal vez ni siquiera saben que hay lugares del país, donde se desperdicia lo que ellos no tienen.
A la situación anterior hay que sumarle otra cosa, en México la política sobre el agua está muy atrasada, aquí no se legisla para su conservación, limpieza y correcta distribución; difícilmente se sanciona el desperdicio o la contaminación de grandes volúmenes del líquido, aún cuando se sabe que el planeta entero está viviendo una crisis de escases, con consecuencias irreversibles, y condicionantes de la existencia del ser humano.
México es el país con más personas en estado de escases de agua, sólo por debajo de naciones como China, Nigeria y la India.
Mucho del problema del agua de México, tiene que ver con que las políticas públicas que han regido, y que jamás han tenido un enfoque hacia el medio ambiente. Es así que, de ser un país con una enorme diversidad hídrica, la tendencia ha sido a secar ríos, lagos y lagunas, y a permitir la contaminación de los pocos que quedan, combinándolos con las aguas residuales.
En la actualidad, la disponibilidad de agua por cada mexicano es menor a los 4 mil 230 metros cúbicos anuales, algo así como el 10% de lo que había hace un siglo. Y ese es el panorama que se espera para las siguientes décadas: la eventual y continua disminución de los volúmenes de agua limpia, hasta que el acceso sea nulo.
Lo que más nos arde
Todavía hoy, con mucho esfuerzo se distribuye el agua, en la gran mayoría de las regiones del país; los más privilegiados aún tienen la oportunidad de abrir la llave y desperdiciarla a su antojo, aunque eso es un lujo cada vez más caro e inaccesible.
Se calcula que antes del 2050, la crisis del agua se agravará de manera significativa en todo el mundo, quedando casi la mitad de la población, sin acceso alguno al líquido limpio y apto para consumirse.
México vive ahora un momento trascendental en cuestión de agua, eso significa que, si no actúa, muy pronto será demasiado tarde, y estaremos viviendo, nosotros y las generaciones cercanas, las consecuencias de la ignorancia y el despilfarro.