¡Mamá, huele a gas!

El gas es ese incómodo individuo que nadie aprecia, pero que todos tienen en su familia. Unos se lo pelean, otros lo maldicen y un montón más se resignan a pagarlo, pese a sus constantes alzas.

Por supuesto no eres mexicano si no se te ha acabado el gas a medio baño y con el jabón encima, eso es casi una ley, cuando vives en este país y estás a expensas de este famoso hidrocarburo.

El costo del gas licuado de petróleo, conocido como gas LP, crece entre 30% y 50% cada año, mientras los consumidores mexicanos se tienen que aguantar y pagar todos los aumentos que eso implica, sobre todo en cuanto a la producción de alimentos se refiere. Una vez más el poder adquisitivo se ve disminuido por las disposiciones absurdas del gobierno y su desinterés en la vida de los mexicanos.

La otra opción, cada vez más común, pero que no deja de ser polémica, es el gas natural. Esta herramienta requiere instalaciones bajo tierra que trasladan el gas a las casas, sin tener que rellenar algún tanque, lo que es en apariencia más fácil, pero más peligroso, si no existe el mantenimiento adecuado.

Aunque los costos de ambos son similares, la verdad es que ninguno es una opción ideal para satisfacer las necesidades de la vida moderna.

Lo que más nos arde

La luz eléctrica y la energía solar, ahora son opciones alternativas frente al uso del gas, mucho más seguras y baratas, aunque no tan accesibles para las clases populares que se resignan a cargar sus tanques.

En países desarrollados, la gran mayoría de las casas ya cuentan con energías alternas que reducen la quema de combustibles fósiles, no contribuyen al cambio climático e incluso representan un ahorro reflejado en el bolsillo de la población.

Al menos el 80% de los hogares mexicanos utilizan gas LP y dependen de él para cocinar, mientras el resto recurren a otras alternativas, e incluso a herramientas más tradicionales como el fogón de leña y el petróleo.

@ElArdidisimo 

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