Graffiti, ni arte ni cultura

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Ociosidad, falta de espacios para la expresión juvenil, descomposición social, educación cívica deficiente o desorientación, no importa cuál sea el pretexto, cuando quien lo toma es alguien que decide que puede rayar tu puerta o tu pared, porque se nombra a sí mismo “grafitero”.

Se cuentan por miles los garabatos de este estilo que decoran la Ciudad de México, y en su mayoría sólo son rayones, dibujos mal hechos, que no tienen significado para nadie y deterioran la imagen urbana.

Y no, no hay ningún argumento en defensa del arte, que pueda justificar la intención de dañar lo ajeno y menos aún, lo que pertenece a todos los ciudadanos. El arte por sí mismo debería ser creativo, nunca destructivo, y menos aún, ir en contra de la colectividad y el desarrollo popular.

La verdad no es la falta de espacios de expresión la causa del problema, sino la ausencia de una educación formativa, que enseñe a los jóvenes el significado del respeto y la propiedad ajena, por encima de cualquier confusión adolescente que los orille a la destrucción.

No importa qué tanto se esfuerce la ley en perseguir o castigar a quienes cometen este delito, que en su mayoría son menores de edad, porque se trata de un problema social y refleja el desinterés por la educación, al interior de las familias mexicanas.

Se calcula que en la Ciudad de México el 70% de los edificios históricos tienen afectaciones por pintas de este tipo, daños que en casi todos los casos son irreparables, y representan un golpe directo al patrimonio de todos los mexicanos.

El gobierno de la CDMX creó, hace 14 años, la Unidad Graffiti, una especie de escuadrón destinado a implementar programas artísticos, dirigidos a jóvenes, para evitar que busquen modos equivocados de expresar sus preocupaciones, problemas o sentimientos. Aún con ello, la capital se observa plagada de esta especie de basura visual y resulta ser, en encuestas reales, una de las cosas que más molesta a los habitantes, por ensuciar el ya de por sí muy dañado paisaje capitalino.

Lo que más nos arde

Como mexicanos nos enseñan a pensar que si todos lo hacen, entonces hay que hacerlo también, aún cuando parezca estar mal o ir en contra de lo correcto. Entonces, si vivimos en una ciudad donde la infraestructura urbana no funciona, y nadie se preocupa por tener un paisaje urbano limpio y saludable, es evidente que los más jóvenes crecerán pensando que esa es la manera correcta de vivir, y de “decorar” los espacios públicos.

Y nada, ahí están los evidentes y horrorosos resultados.

@ElArdidisimo

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