Este año 2018, Fundación Teletón reunió más de 360 millones de pesos en su clásica campaña realizada en México, a través de la cual se construyen centros de rehabilitación y atención médica para niños discapacitados y con cáncer. Hasta ahí todo suena como una enorme obra de caridad, el problema viene cuando analizamos que Fundación Teletón le pertenece a Televisa, una de las cadenas de comunicación más grandes del país, y cuyos ingresos superan los 20 mil millones de pesos anuales.
El Teletón se vende a los mexicanos como un proyecto netamente altruista, cuya dinámica consiste en conmoverles el corazón con historias trágicas, para que donen su dinero a la causa.
Si bien es cierto que en México no existen otros centros de rehabilitación gratuitos como los del Teletón, la pregunta entonces sería ¿para qué, una empresa con ganancias multimillonarias, necesitaría el apoyo de los ciudadanos para sacar adelante un proyecto de labor social? ¿No pueden restar esos 360 millones de los 20 mil millones que ganan en un año?
Ahora, también cabe aclarar que no solamente Televisa participa en el Teletón, hay una larga lista de empresas multinacionales que dan dinero a la causa y lo deducen de sus impuestos, una especie de negocio redondo en el que nadie pierde.
Los niños de México son una buena causa, nadie en su sano juicio negaría que está bien aportar para que salgan adelante. El problema viene cuando, apoyando la causa, se engrandece a una empresa que ya por sí sola es grande, se legitima el uso de la lástima para obtener beneficios, y encima se permite que empresas millonarias evadan sus impuestos de manera “legal”.
Lo que más nos arde
Seamos sinceros, Televisa no es una empresa que contribuya en manera alguna al progreso de México. Por el contrario, se trata de una enorme trasnacional que está en contubernio con el gobierno para manipular a los mexicanos, y de paso sacarles unos cuantos pesos con sus campañas de lágrima fácil.
Dar dinero al Teletón es confirmar que los mexicanos son los monos cilindreros del gobierno, que trabajan para regalarle su dinero en impuestos y, además, con los pocos centavos que les quedan, participar en campañas que los hacen sentir buenas personas.