Daniela Berriel es una actriz conocida por haber hecho una denuncia mediática hacia un actor que hace poco fue liberado por un juez corrupto. Su abusador recibió libertad del proceso penal porque las autoridades no encontraron rastros de ADN.
En el mes de abril, Daniela a través de redes sociales hizo pública la resolución de un juez que otorgaba libertad a Eduardo Ojeda Franco del delito de violación. Ahí mismo la actriz denunciaba al actor Gonzalo Peña, quien fuera cómplice de Ojeda en su agresión.

La agresión en contra de Daniela Berriel se perpetró en marzo de 2020, en Acapulco, Guerrero. La actriz realizó una denuncia formal unas pocas horas después del suceso, sin embargo, las autoridades lograron la detención de Ojeda hasta los primeros meses del 2021.
El caso se llenó de irregularidades una vez que inició el juicio en contra del agresor, incluidas las pruebas de ADN presentadas por la defensa de Ojeda y por las que el juez dictaminó la liberación del acusado.
El cuerpo de abogados, la actriz y sus familiares denunciaron temer por la seguridad de Daniela, pero aseguraron que seguirán exigiendo justicia y llegarán a las últimas instancias.
El caso de la actriz no es el único donde la impunidad se hace presente. Otro caso que acaparó la atención de los medios fue la liberación de algunos jóvenes relacionados con el caso “Los Porkys”. Un grupo de jóvenes, hijos de familias millonarias, abusaron sexualmente de una menor de edad en Veracruz en 2015.
El juez que seguía el caso dictaminó libertad a Diego Cruz debido a que fue acusado de tocar los pechos de la víctima y de penetrarla con sus dedos, lo que según él dice que actuó sin “intenciones carnales” y por lo tanto no era culpable de agresión sexual.

Acusaciones de abuso sexual o violencia de género se extienden por todo el país, y muchos no llegan a una resolución de justicia por las múltiples fallas que presenta el sistema penal acusatorio en México, pero la principal razón es la corrupción.
Hasta que los casos no se vuelven mediáticos, la injusticia pasa desapercibida de la mirada pública. El dinero y las influencias políticas están por encima de la justicia. Los agresores salen libres de la noche a la mañana, con la posibilidad de seguir violentando a muchas otras personas.
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