Recientemente se celebró el Día de las Telecomunicaciones o el Día del Internet en todo el planeta, sin embargo, hay que decir que en México el acceso todavía es desigual y depende mucho del nivel socioeconómico de la población.
Es bien sabido que uno de los problemas actuales son las brechas digitales y aunque cada vez más se acortan, hay aún muchas zonas en las que ni siquiera se proveen servicios básicos como el agua y la luz. Esto es aún más lamentable porque hoy día, debido a la pandemia, el uso de Tecnologías de la Información y Comunicación (Tics), se ha hecho indispensable para adaptarse al trabajo remoto y a las clases online.
Los proyectos del presidente actual no son claros, en un inicio se comprometió a conectar a todo el país en 2021, después lo aplazó a 2022 y ahora dice que en 2023 todo México tendrá acceso a Internet. ¿Hasta cuándo habrá un verdadero compromiso para proveer de servicios básicos y de telecomunicaciones a toda la población? La verdad es que no hay una fecha real para eso.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) indica que en México el 66.7% tiene conexión a Internet, mientras que los demás tienen un acceso limitado o no acceso nulo a las tecnologías digitales por su condición económica y social, en particular por su edad y localización. Pero estar comunicados no debería de ser un privilegio, sino un derecho que tenemos todos y que debe ser garantizado.
El bajo poder adquisitivo, la pandemia y la falta de oportunidades han obligado a estudiantes a abandonar sus clases al no poder acceder a una computadora o a servicios de Internet para poder continuar en la nueva modalidad. Sin dejar de lado a tantas personas que, debido a las condiciones actuales de la pandemia, tuvieron que adaptarse al teletrabajo sin las herramientas necesarias.
Lo que más nos arde
Estamos hartos de que digan que el pobre es pobre porque quiere y que quienes tienen una mejor posición económica hablen desde su privilegio. Porque muchas personas se esfuerzan a diario, trabajan honestamente para llevar el pan a su hogar y por más que hacen todo bien, no pueden cubrir sus necesidades básicas ni brindar un dispositivo electrónico a cada niño para que entre a sus clases.
Sin dejar de lado que, desafortunadamente, aún no hay conexión estable en muchos puntos del país porque, claro, la fibra óptica no la llevan a las regiones más pobres, se queda en las ciudades. Y la de cobre, ¿adivinen qué? Muchas veces es robada.
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