Tal pareciera que en México no nos interesa el bienestar de las personas, sólo queremos vender y ganar a costa de quién sea.
Así sucede con la industria de las bebidas alcohólicas, en pleno siglo XXI seguimos sin tener leyes que regulen su producción en favor de los consumidores, pues al final los monopolios de las grandes empresas que controlan el mercado son las que imponen sus intereses.
A mediados de 2020 el senador Gerardo Novelo propuso regular la forma en que se aplica el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) a este tipo de productos, tomando en cuenta que hasta ahora se cobra en razón del precio de venta y no del grado de alcohol; a más barato el producto y menor calidad, más bajo el impuesto.
Lo anterior significa que aquellos productores de bebidas alcohólicas, como en el caso de las artesanales como mezcal, tequila o cerveza, siendo empresas que invierten en calidad y buenos procesos, tienen que pagar más impuestos y eso hace que tengan que vender más caro al consumidor final.
Además del problema que representa para la recaudación fiscal, esto resulta en terribles daños a la salud para quienes sólo pueden comprar lo más barato que hay en el mercado, pues encima no hay regulaciones de salud para lo que se vende y nadie exige que haya cierto nivel de calidad para lo que llega a las tiendas.
En datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y el Consejo Nacional de Población (Conapo), en México la cirrosis hepática es la sexta causa de muerte y el 58% de los casos están relacionados con el consumo de alcohol, causando hasta 30 mil fallecimientos anuales.

Es evidente que tenemos un problema social grave con el consumo, pero también que lo que estamos consumiendo no es de la mejor calidad.
Evidentemente a las grandes empresas no les conviene un impuesto basado en el grado de alcohol de sus productos y menos una regulación que les exija calidad para salir al mercado. Sin embargo, eso sería lo más justo y lo más conveniente para los consumidores mexicanos.
Lo que más nos arde
Ya es hora de que al gobierno le importe cuánto pagamos y qué consumimos, pues a final de cuentas somos nosotros los que pagamos los impuestos cada vez que compramos al comercio formal.
Por nuestra parte tendríamos que empezar a exigir mejor calidad en los productos, pues de eso depende nuestra salud y lo que hay en las tiendas debería valer cada peso que pagamos.
@ElArdidismo