Cuando escuchamos que las famosas «terapias» contra la homosexualidad todavía se hacen en México y tienen quórum, no parece que vivimos en el siglo XX ni se ven los avances por ninguna parte.
Este negocio que «quitarle» la preferencia sexual a las personas es tan obscuro que aquí ni siquiera se tiene una estadística de las víctimas, sólo algunas denuncias aisladas y testimonios de quienes han tenido que vivir torturas, amenazas, daño psicológico y mucha manipulación por tratar de eliminar algo que no es un error.
Afortunadamente hay avances en el tema. Resulta que en julio de 2020 el Congreso de la Ciudad de México aprobó las reformas al código penal que permitirían sancionar las «terapias de conversión» y todo aquello que busque «arreglar» la preferencia sexual de las personas, partiendo de que la homosexualidad no es una enfermedad y no necesita un tratamiento especial.
Lo que más nos preocupa
El tema de fondo es que en México la sexualidad y la homosexualidad todavía son temas difíciles, se tocan poco en las familias, se disfrazan en los medios y se niegan, de ahí que aún exista tanta ignorancia e incluso un odio exacerbado contra quienes tienen preferencias diversas.
También en 2020 surgieron polémicas porque grupos de padres, en diferentes estados del país, quisieron imponerse a la idea de que sus hijos recibieran educación sexual formal en las escuelas y argumentaron que el objetivo de fondo sólo era promover la perversión, la homosexualidad y el libertinaje entre los menores. O sea que, en pleno siglo XXI, hay quienes quieren negar a sus hijos una educación integral y prefieren seguir diciéndoles que a los niños los engendran las cigüeñas.