Ante las crecientes cifras de acoso a las mujeres en el transporte público de la Ciudad de México, desde hace unos años a la fecha existen vagones exclusivos para ellas en sistemas como el Transporte Colectivo Metro.
La pregunta a todo esto es, ¿de verdad necesitamos separar a los hombres de las mujeres porque ellos no se saben comportar?
Si bien el objetivo es protegerlas a ellas del constante acoso del que son víctimas, pues más del 90% de las usuarias del Metro afirma haber sufrido al menos una agresión en ese transporte, la realidad es que el acoso está en todas partes: en los hogares, en las familias, en calles y escuelas, en iglesias y casi en cualquier centro público donde hay personas.
Encima separarlos a ellos, en lugar de educarlos desde niños, es darles la razón en su acoso y reafirmarlos como pervertidos sexuales que necesitan su propia jaula para no atacar a los demás.
Otro tema con los vagones exclusivos para mujeres es si los adultos mayores o los discapacitados deberían o no entrar en ellos. Muchos afirman que no, pues se sigue prestando para el acoso, pero para otros esto ya toca un tema de discriminación y de falta de empatía por parte de ellas.
Hay que ser un poco más lógicos y racionales, el transporte público es un medio popular y de bajo costo, cuyos servicios tienen que ser para todos sin importar condiciones sociales, educativas, económicas, de género o de preferencia sexual.
Pero si vamos por la vida creyendo que somos víctimas de todo y de todos, un día vamos a creer que necesitamos un vagón libre de todos los que nos molestan, nos caen mal o de todo aquello con lo que simplemente no podemos lidiar.
Así como alguna vez los blancos norteamericanos pidieron autobuses libres de negros, por creer que ellos eran menos que seres humanos, ahora hay mujeres que consideran que cualquiera del sexo masculino es un acosador que debe ser reprimido y enviado a otro vagón.
México es un país machista por excelencia, aquí los hombres se crían machos desde sus primeros años, así los educan sus mamás y aún se asume que esa es su naturaleza, por tanto el asunto del acoso no tiene que ver con vagones, banquetas o asientos exclusivos para ellas o ellos, tiene que ver con educación y herencias culturales.
El hecho de darle un vagón exclusivo a las mujeres no significa que los hombres van a dejar de acosar, sólo significa que van a hacerlo siempre que puedan porque ya se les etiquetó así, se les dio la razón al separarlos del resto y se asumió que así son todos por igual; el día que una mujer suba al vagón mixto es más probable que la molesten, pues en teoría se estará exponiendo a eso al subir al lugar de los machos, pervertidos y misóginos.
No se trata de culpar a nadie, se trata de entender que males como el machismo, la misoginia y el feminicidio se gestan desde casa y son una falla en la educación, un problema que empieza en las familias y desde donde tendría que ser erradicado si queremos que esto cambie.
Lo que más nos arde
El 8 de marzo del 2020 miles de mujeres salieron a marchar por calles de todo el país, exigiendo que se haga algo en contra de la violencia que ellas sufren y de los feminicidios que siguen aumentando sin control. El problema es que no es un asunto de marchas, de instituciones o de gobiernos, es un tema cultural, es un problema sobre cómo estamos educando a los hombres para que sean potenciales acosadores, maltratadores o feminicidas.