Siendo todavía uno de los más importantes paraísos del sur de México, la laguna de Bacalar en Quintana Roo podría estar viviendo sus últimos días.
El famoso Tren Maya, proyecto estrella del sexenio de Andrés Manuel López Obrador AMLO, contempla la destrucción de la selva de Yucatán y la construcción de una estación en el Pueblo Mágico de Bacalar, lo que convertiría al cuerpo de agua que ahí reside en un estanque de aguas residuales.
El problema de fondo es que Bacalar es una mina de oro para los empresarios turísticos, quienes hace pocos años descubrieron el lugar y empezaron a construir hoteles sin ningún control, lo que ya ha modificado la vida de la población y la estructura del pueblo, además de iniciar con la destrucción del entorno ecológico.
¿Cómo llevar desarrollo económico a un sitio sin destruirlo? Para eso existe el desarrollo sustentable, estrategias para que se construya sin destruir, para que no se avienten los residuos a la naturaleza, para que las personas locales creen sus propias empresas en el mismo sentido y un largo etcétera.
El asunto es que en México siempre gana la corrupción, en especial cuando se trata de empresarios voraces que no dudarán en comprar a las autoridades con tal de edificar grandes imperios turísticos, esclavizar a los habitantes y ponerle precio a cada metro cuadrado que sólo disfrutarán quienes estén dispuestos a pagar.
Lo que más nos arde
Hace menos de un siglo el Puerto de Acapulco todavía era un paraíso, el sueño vacacional de mexicanos y extranjeros, y una mina de oro que parecía no tener fin. Sin embargo, hoy día de eso no queda nada, ahora sólo es una ciudad contaminada, llena de pobreza y ahogada en problemas de violencia, narcotráfico y basura que flota en el mar.
Sería una tristeza que sucediera lo mismo con Bacalar, luego de ser una joya en el sureste mexicano y un sitio único en el planeta por su biodiversidad.