De por sí la salud en general en México es un problema por sí misma, debido a que no hay mucho acceso a los servicios públicos y los privados son imposibles de pagar para la mayoría de la población.
Y ya en términos de salud mental mejor ni hablamos, resulta que de cada 5 personas que tienen ese tipo de padecimientos, únicamente una recibe tratamiento médico y el resto se queda sin atención, ya sea porque no puede pagar o porque no es canalizada a los especialistas adecuados.
Uno de los asuntos más preocupantes en términos de salud mental en México es la discriminación, pues en pleno siglo XXI aún hay muchos estigmas en torno a este tema y las personas con enfermedades psiquiátricas normalmente son separadas, aisladas y etiquetadas, perdiendo oportunidades para desarrollarse en la escuela o el trabajo.
Depresión, ansiedad y adicciones son las principales enfermedades mentales que padecen los mexicanos, en un número que aumenta día a día debido a problemas sociales, económicos e incluso de alimentación. Y ese crecimiento es tan veloz que hoy día que este tipo de trastornos ya se consideran causal de incapacidad laboral.
El fondo del asunto es que la ignorancia y la falta de empatía provocan que, además de las enfermedades que ya se padecen, los mismos enfermos no puedan ser integrados en la sociedad y sufran discriminación en escuelas, centros de trabajo y hasta en los mismos centros de salud donde son atendidos.
Enfermos, sin oportunidades y con instituciones médicas deficientes, es imposible esperar que se recuperen y vuelvan a ser entes productivos, pues el aislamiento agudiza los síntomas y los envía hacia puertas sin salida.
Lo que más nos arde
Finalmente no vamos a lograr que México sea un mejor lugar en términos de salud mental, hasta que aceptemos que los padecimientos emocionales nos atañen a todos y que cualquiera que los tenga debe atenderlos, antes de que las consecuencias sean mucho peores.