Cuenta la leyenda que la Llorona vio el precio de las listas de útiles escolares y dejó de buscar a sus hijos…
Termina el año escolar en México y con eso empieza la pesadilla de millones de padres de familia que se truenan los dedos para ver cómo pagarán uniformes, útiles escolares, inscripciones y colegiaturas que están por los cielos, ante la difícil situación económica que vive el país y el indiscriminado aumento de los precios al consumo.
Uno, dos y hasta tres o cuatro hijos tienen las familias mexicanas, cuya economía no da para pagar todos los gastos del nuevo ciclo escolar y los obliga a recurrir a las tarjetas que da el gobierno para comprar útiles y uniformes. O en todo caso y siempre disponibles, los bancos aprovechan para hacer fortuna, sacan promociones a meses sin intereses y los endeudan durante todo lo que resta del año.
En el año 2018 los libros y cuadernos elevaron su precio más de 20%, precios prácticamente impagables para las clases populares que ya de por sí optan por la educación pública como única opción ante los bajos salarios.
Es cierto que cada vez más la educación en México es una moneda de cambio, objeto que se vende a quien tenga para pagarlo y se niega a quien no tiene; 55 millones de personas en el país viven en pobreza y prácticamente no acceden ni a las escuelas públicas porque no pueden pagar cuotas o comprar útiles.
Lo que más nos arde
Dice la Constitución que la educación es un derecho de todos los mexicanos, pero viendo la situación económica y las dificultades con las que muchos padres envían a sus hijos a la escuela, podemos entender es un derecho que ha pasado a ser privilegio de las clases altas, lo mismo que las universidades exclusivas, la capacitación en el extranjero o los posgrados.