La crisis del Seguro Social no empezó ayer, ni hace 5 o 10 años, hace décadas que esta institución está en la quiebra y los derechohabientes viven un calvario cada vez que tienen que recurrir a ella para cuidar su salud.
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) tiene afiliada a más del 60% de la población del país, algo así como más de 65 millones de mexicanos que dependen en su salud, pero también en pensiones laborales de esta podrida institución pública.
A medida que pasan los años la cosa no mejora, cada vez es peor, más deficiente y más insultante para quienes pagan este servicio con sus empleos, igual que si pagaran un servicio privado, pero reciben una atención de Tercer Mundo.
A mediados de 2019 el gobierno informó que recortaría, todavía más, el presupuesto del IMSS en 254 millones de pesos como medida de austeridad para evitar la corrupción.
¿Qué les hace pensar que porque hay menos dinero los funcionarios van a dejar de robar?
La corrupción jamás se va a extinguir con recortes presupuestales porque no es un problema de billetes, sino de conciencias. Y en este país, ser funcionario público es sinónimo de ser ladrón y hacer patrimonios millonarios a costa de miles de mexicanos que, por la misma razón, no tienen los servicios que pagan.
Cuenta la leyenda que este recorte presupuestal afectará el abasto de medicamentos y a los pasantes del IMSS, quienes recibirán menos dinero de beca para sostener sus estudios.
Lo que más nos arde
Los únicos afectados de la austeridad gubernamental siempre son los ciudadanos, quienes reciben atención de menor calidad, tienen que hacer más filas, pagar más impuestos y jinetear sus quincenas para solucionar todo lo que el Estado les niega.
La corrupción es un problema mucho más profundo que la asignación de presupuestos, aunque hasta ahora parece que lo único que interesa al gobierno es levantar sus billetes porque ya no quiere jugar con los mexicanos.