#MeTooMúsicosMexicanos y los peligros del linchamiento público

Armando Vega Gil tenía 64 años, era escritor y uno de los músicos más importantes del rock mexicano. Se suicidó el 1 de abril del 2019, luego de haber sido descubierto públicamente a través del movimiento #MeTooMúsicosMexicanos, por haber acosado a una niña de 13 años que lo denunció en redes so pretexto de este hashtag.

Este movimiento, emulando a varios otros que intentan hacer visible el acoso y la violencia sexual que viven las mujeres en distintos sectores, sacó la luz cientos de denuncias contra músicos mexicanos que, supuestamente, cometieron conductas inadecuadas a lo largo de su carrera.

Y está bien, está bien que se dejen de normalizar el acoso, el abuso y la violencia contra ellas, es necesario cuestionar por qué seguimos viviendo en una sociedad machista donde ellos hacen y ellas aguantan sólo porque son mujeres. Sin embargo, el problema es mucho más complejo y no se solucionará jamás con exhibir, insultar y linchar en medios a prácticamente todos los hombres, porque bajo la denominación de “acoso” ahora entra cualquier cosa, hasta el cruce de miradas en la calle.

Vega Gil dejó una carta en redes sociales donde aseguraba no ser culpable de las acusaciones aunque, a pesar de eso, él consideraba su carrera destruida por esta misma razón.

Ya nunca sabremos si el bajista de la icónica banda Botellita de Jerez era culpable o no, y es probable que este último hecho haya sido sólo la gota que derramó el vaso de un enorme mar de problemas depresivos que ya venían desde tiempo atrás. El punto es que, pudiendo ser falsas, estas acusaciones trajeron consigo una enorme ola de odio, linchamientos y juicios que no ayudaron a nadie, no redujeron el abuso y no cambiaron la situación de las mujeres en México.

Linchar públicamente a alguien no es una solución a los problemas que aquejan a la sociedad mexicana y por el contrario genera odio, resentimiento y un sinnúmero de afectaciones en los involucrados.

La importancia del movimiento #MeToo en sus orígenes era hacer visible el acoso y empoderar a las mujeres para denunciar, en resumen hacer un horizonte más justo. El resultado, como lo estamos viendo, fueron enormes cadenas de recriminación escondidas tras las pantallas de computadoras y teléfonos.

Y es que en la actualidad, gracias a las redes sociales, cualquiera se siente con el derecho a reclamar, acusar y ofender sin dar la cara.

No, por desgracia este tipo de movimientos mediáticos no hacen consciencia, no educan a los hombres, no eliminan el machismo y sí profundizan la brecha que ya existe entre ellos y ellas. Es un absurdo tratar de educar y cambiar las cosas generando odio.

Siendo como se ve ahora todos los hombres mexicanos son acosadores, pues todos fueron educados en el yugo de hogares machistas con mamás (sí, mujeres) que les pusieron el poder en el pene y les hicieron creer que ellos mandaban, que carecían de responsabilidades y que su virilidad en el sentido más biológico les daba chance de ser unos patanes.

Denunciar, como el caso de Vega Gil, que un sujeto de más de 50 te escribió, te tomó fotos y te hizo comentarios sugerentes no va a solucionar el tema del acoso y la violencia contra las mujeres.

¿Por qué una niña de 13 años fue a casa de un señor y se dejó fotografiar? Y no, no es una revictimización, es que si educáramos con seguridad, empoderamiento y comunicación las niñas de 13 años no tendrían por qué denunciar un abuso, así como tampoco tendrían que ser madres adolescentes ni todas esas calamidades que hoy soy tema.

@ElArdidisimo

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