¿Alguien se ha preguntado por qué las niñas mexicanas son las que más se embarazan, de todas las niñas del mundo?
El otro día viajaba en el Metro de la Ciudad de México y me encontré una escena que me llevó a preguntarme justo eso. A mi lado viajaba una mujer de mediana edad junto a dos niñas, una como de 13 y la otra como de 15 años en plena efervescencia adolescente que se leía a kilómetros de distancia.
De pronto una de ellas le anunció a la madre que ya se iba con su novio, a lo que la mujer sólo le dijo: ¡No vayas a andar comiendo chile!
Y bueno, podríamos pensar muchas cosas de aquella extraña instrucción, pero las cifras no mienten: casi medio millón de adolescentes se convierten en madres cada año por cuestiones como desinformación, pero también por abuso y violación.
Algo sucede con las adolescentes mexicanas, casi niñas cuyos cuerpos no corresponden con su madurez mental. Por un lado la biología casi las obliga a tener relaciones sexuales antes de terminar la secundaria, pero por otro lado sus mentes aún no comprenden quiénes son, qué quieren y qué es lo que sucede en ese cuerpo acelerado por las hormonas.
Cuenta la leyenda que es la comida procesada, otros dicen que es la desintegración social y unos más le echan la culpa a las telenovelas. El asunto es que nadie está deteniendo esta ola de embarazos adolescentes, la más fuerte en todo el planeta y cuyas consecuencias son montones y montones de marginados sociales, familias con madres que no pudieron estudiar, empleos mal remunerados y una vida muy poco digna que pudo haber sido mucho mejor.